Guillem de Castro-Triador no se planta ni en Guillem de Castro ni en Triador. Realmente lo hace en la Plaza de Almansa. Su fallita infantil es muy pequeña, casi de bolsillo. Pero tiene encanto. Habla de los niños que, de mayores, quieren ser artistas falleros. Rodean un Miguelete a medio hacer: de frente está ya completado. Por detrás tiene a la vista el armazón. Es de madrugada y la plaza está desierta, pero la falla no está abandonada. Un monovolúmen con dos personas en su interior pasarán la noche a su lado. Él es Celso Sierra, su autor. Es fallero de la comisión, de la que ha sido presidente. «En un determinado momento pensé en irme a descansar y plantarla a las cuatro de la mañana y, a partir de ahí, quedarme ya, pero al final preferí no correr riesgos y plantarla pronto». El problema es que, a partir de entonces quedaba una larga noche de espera. El y su esposa. «Pues a base de café y de turnarnos». Le preocupa sobre todo que «tiene muchos detallitos pequeños. Seguramente acabarán desapareciendo, pero por lo menos que aguante hasta que pase el jurado. Sé que tengo pocas posibilidades porque aún estando en la última categoría estará compitiendo contra algunas que gastan dos o tres veces más. Pero quiero que llegue en buen estado». En Triador son pocos, unas ochenta personas, y el presupuesto no da para más salvo que tengan en casa al autor material de la obra. Como los vecinos del Pilar, pero a escala de lo pequeñito.

Después aún quedaría plantar la falla grande. No son pocas las fallas de la parte vieja de la ciudad que optan por guardar la fallita en el interior del casal. «Lo estuve pensando: ponerle unas ruedas y que pasar allí la noche. Pero no cabría por la puerta seguramente». La noche aún sería larga hasta que se cumpliera el objetivo.