La imagen típica es la de decenas de miles de falleras y falleros entregando un ramo de claveles en la plaza de la Virgen, pero hasta llegar ahí, los devotos de la Geperudeta se podría decir que viven toda una aventura. Las comisiones más alejadas llegan al centro de València en autobús u otros medios, pero otras van a pie, como la comisión Ministro Luis Mayans - Platero Suárez, que camina durante unas tres horas para hacer su aportación al manto de la Virgen. Levante-EMV acompaña a esta comisión y sus Falleras Mayores, María Villaescusa y Lucía Roig, en el recorrido de 4 km desde Saïdia hasta la plaza de la Virgen.

La cita es a las 13.30 horas en el casal, donde se reúnen los casi 250 falleros antes de recoger a sus falleras mayores. Sobre las 14.20 horas, Lucía Roig se suma a su falla y, cinco minutos más tarde, sale de casa María Villaescusa.

Para ambas, el día de ayer empezó pronto, en el homenaje al poeta Maximiliano Thous de la comisión vecina (Bilbao-M. Thous), donde desayunaron. «En Fallas sabemos que tenemos que madrugar y dormir poquito; ¡descansaremos después!», afirmaba María entre risas. Ella prefirió «desayunar fuerte y no comer», para «merendar después». Y es que, el sector de su comisión era de los que primero ofrenaba y no tenían tiempo que perder.

La comisión desfiló junto al tranvía y a las 14.50 horas transitaban por Pla de Saïdia. Este fue el tramo más duro, bajo un sol que quemaba y sobre un asfalto recalentado. Al lado derecho, decenas de autobuses parados; a la izquierda, unos pocos coches intentan abrirse paso.

Más de una fallera previsora cambió los zapatos por zapatillas de correr o espardenyes, antes de empezar el camino. «Se hace muy pesado, algunos años hemos acabado hasta con sangre, llagas y ampollas. De todo», lamentaban.

Aunque el calor era excesivo a mediodía -sobre todo para quienes apostaron por el corpiño de manga larga, como María y Lucía, que lo reservaron para la ocasión- la máxima representante de la comisión destacaba que, «parecía que las fallas se iban a acabar el lunes, pero al final el buen tiempo nos ha acompañado». «Estoy muy feliz porque aparte de la buena compañía, el tiempo también está con nosotros», destacaba María.

Para Lucía, la Ofrenda también era muy especial: «Me está gustando mucho y lo estoy pasando muy bien. La Ofrenda me encanta y me emociona mucho».

El termómetro marca 26 grados al sol y, en un parón, junto al Pont de les Arts, donde se cruzan y organizan varias comisiones de la zona, algunos buscan sombra y otros ya empiezan a sentarse en el suelo. Se reponen fuerzas con galletas, papas... y sobre todo agua y refrescos.

Pasadas las 15 horas, la comisión llega a Guillem de Castro, donde esperan un buen rato hasta poder avanzar de nuevo, en filas de cinco o seis falleras, en pareja o en familia. A las 16.10 horas los falleros giran hacia la calle Quevedo, para llegar hasta Barón de Cárcer, donde se da la vuelta para ir por San Vicente. En este tramo, el público ya se agolpa y Lucía y María son muy aplaudidas. María, además, está contenta de poder compartir el momento con su madre, su hermana y otras familiares y amigas que se han vestido «de sorpresa» para acompañarla en la Ofrenda, en la que sale desde que tenía seis meses.

«Fuera de creencias religiosas, es especial», explica Ana, que desfila junto a su hija, su sobrina y su marido. Ellos se visten en casas diferentes, y hacen turnos para peinarse. Es «un poco lioso» y están «siempre pendientes del horario», pero Ana (que es la secretaria de la comisión) afirma que, al final, «los años hacen la práctica» y «están acostumbrados al recorrido».

Por el camino, son muchas los turistas que saludan y se fotografían con las falleras de Luis Mayans. A las 16.35 horas María, Lucía, Ana y el resto de la falla ya están en la plaza de la Reina y se acercan al punto neurálgico de la fiesta, al que llegan a las 16.45 horas. María besa su ramo y lo entrega, con la vista hacia lo alto. Como Fallera Mayor, «es muy emocionante porque pasas sola y tienes la Virgen delante. Además, he visto cómo ha pasado mi familia y es muy bonito», explica la fallera, en la calle Cavallers.

«Es el día que más esperamos. Es mi primer año de presidente y es espectacular. Aunque llevo toda la vida viniendo, como este año, ninguno. Ha sido muy especial», confiesa el presidente José Miguel Payà, que en todo momento ha estado pendiente de su comisión.

En la plaza de la Virgen no hay tiempo para pararse. Miles de falleros vienen detrás. La comisión sigue, ya desordenada, y al ritmo de la música de la Banda de Massarrojos.

En total, más de 4 km, solo de ida. Después, a la comisión les esperaba merienda, fiesta de disfraces y discomóvil por la noche. Era tiempo de «aprovechar los últimos momentos de fallas», como ayer ya tenía muy claro María Villaescusa.