Otra cosa quizá no, pero ceniza, y en abundancia, tuvieron las fallas municipales de 2017. Y eso es lo que recibieron las falleras mayores y cortes de honor al acabar el atípico balcón municipal con el que se cerró el ejercicio. Las falleras que tienen fallas de poliestireno reciben más bien una mezcla de arena prensada y elementos de difícil clasificación. Las fallas de madera sí que tienen ceniza de la de toda la vida. Algo que se llevaron las falleras mayores de Valencia, Raquel Alario y en una jornada inesperada, porque no es normal que el disparo aplazado del ciclo fallero (siempre hay alguno que no se puede disparar por la lluvia) se celebre el domingo inmediatamente posterior.

Fue un balcón muy diferente al de los primeros días de marzo, sin invitados oficiales ni cupos municipales, ni televisiones o radios en directo. Ni megafonía, por lo que la autorización se tuvo que hacer a voz en grito. En el balcón, esta vez, sólo estuvieron los padres y otros familiares de las 26 falleras y los miembros de la Junta Central Fallera, que por una vez se convirtieron en espectadores de primera línea del evento.

También por este carácter extraordinario no hubo prisas y todos pudieron hacerse todas las fotografías que quisieron. No hubo lágrimas ni hubo cierre ritual del balcón (ese fue el 19 y sólamente el 19). Seguramente será más duro el balcón del 9 de octubre, al que todas estarán citadas, porque en ese caso sí que se tratará, más que posiblemente, del último acto de todas ellas ostentando el cargo. Pero para eso faltan seis meses y medio todavía.

El ciclo fallero 16-17 concluyó con este anexo inesperado, junto con el Cant de l'Estoreta de Blocs Platja, que también se celebró en jornada dominical para recuperar el aplazamiento. A partir de ahora sí que cualquier acto forma parte del nuevo curso fallero.