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Marta Sahuquillo Sáez (Barrio de La Luz)

"Et faré sentir orgullós"

Marta Sahuquillo, 29 años, afronta el reto fallero tras vivir varios años en Inglaterra y recién iniciada una andadura profesional en el Colegio Pureza - La suya es una candidatura potente y muy emocional

"Et faré sentir orgullós"

Después de Miriam y Raquel, bastantes años después, la familia Sahuquillo Sáez se enriqueció con la presencia de una tercera niña. Marta. Era un bebé cuando Raquel estuvo en la corte infantil de 1988 y llamaba a la preadolescencia cuando su hermana repitió en la corte mayor de 2001. Ahora le toca a ella. Los 29 años de edad no le permiten ser más que la tercera más mayor del grupo y la suya es una candidatura especialmente emotiva y, además, muy potente, como lo demuestra que su presencia entre las trece selectas fue recibida con mucho agrado por muchos de los quinielistas, que la veían como una candidata sin discusión. «Me preocupaba sobre todo no defraudar a toda la gente que confiaba en mi, que Por mi famlia, por mis amigos, por la gente de la falla que decían que "me veían", que lo he hecho muy bien en la falla, que querían que cumpliera el sueño... la sensación de no fallarles».

La de Marta es una historia de superación y de confianza en una misma. Ya en los perfiles del mes de julio recordaba en estas páginas los años que ha vivido en Inglaterra. «Lo hice por conocer y dominar el idioma». Porque la suya fue una vocación tardía. «Cuando acabé la carrera me marché. Tenía el inglés que había aprendido en el colegio, pero tenía claro que vivir y estar allí es lo que me enriquecería y me haría dominarlo. Y esos años que he estado estudiando y trabajando son una experiencia que no olvidaré por lo mucho que me han servido. Yo recomiendo empezar a aprender de niños, porque a esas edades eres una esponja, pero rematarlo yéndome a vivir fue extraordinario. En clase procuro transmitirles esa importancia que tiene en la sociedad actual el dominar más de un idioma».

Se le nota en cuanto habla el acento tan marcado propio de quien ha hecho inmersión y casi apnea idiomática. Pero regresó de allí no sólo con nociones y acentos, sino «con la satisfacción de haber luchado por valerme por mi misma lejos de casa». Hasta luce en el tobillo una cicatriz «que ahí se queda para toda la vida», recuerdo de cómo, nada más llegar a las islas, se rompió el tobillo jugando en un parque. «Recuerdo que lloraba no por el dolor, sino porque tenía que volver a casa. En cuanto me recuperé volví». Recuerda especialmente «a Wendy y Roger», su familia de Bournemouth. Y a las amigas que hizo lejos. «Para cuando cogí el móvil el sábado ya me habían felicitado. Hay una de Sevilla, una de València, una polaca, una checa...».

«Estoy que aún no me lo creo, pero es que nos pasa a todas. ¡Estamos en la corte de honor!» dice con entusiasmo en los ojos. Empieza una nueva vida en todo, porque acaba de estrenar trabajo de maestra «en el colegio Pureza de María, el de la Avenida del Cid. Además, es mi colegio de pequeña». Vivió los primeros años de vida en Mislata, para después pasar al «barrio de las falleras»: calles de Chiva, Francisco de Llano y Archiduque Carlos, donde más concentración histórica de electas hay de toda la ciudad. «Ahora, sin embargo, vivo independizada con una de mis mejores amigas, Paula, a la que conseguí apuntar cuando fui fallera mayor y ahora ya no se borra». apuntada en el barrio de la Luz, el de su familia paterna y donde ha desarrollado su vida fallera.

Ahora aguarda con ilusión las nuevas experiencias. Incluyendo esa Cena de Cortes de noviembre que organizan su hermana y el resto de las falleras de 2001, las que fueron bautizadas como «las pata negra». «Iba a ir igualmente como familia de las anfitrionas. Pero ahora va a ser mucho más especial. Y llegará el día que será al contrario: nosotras organizaremos y ella vendrá».

Ahora vienen para ella doce meses de felicidad y de recuerdo.

«Gràcies a tu Papà, per la teua persistència, per esta il·lusió inculcada en mi, per coneixer-me millor que jo mateixa, per saber que açó era per a mi, que m´encantaría ser Fallera Major. I hui et confirme amb molt amor que així és. Et faré sentir orgullós. Per mi, per tú». Lo escribió hace doce meses, pero es igual de válido ante lo que le viene por delante. El corazón, en estos casos, no engaña.

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