A pesar de que, a lo largo de los años, se ha tratado de suavizar los rigores económicos que supone ser fallera mayor de València (así surgieron, por ejemplo, los espolines oficiales), la elección de las falleras mayores de València se sigue encontrando todos los años con la renuncia expresa de alguna o algunas de las candidatas. Puede seguir aquí en directo desde las 19 horas la llamada telefónica del alcalde, Joan Ribó, a las elegidas.

La elección de 2018 no se queda fuera de esta tónica y el número es, además, mayor del deseado. Estas renuncias, sin embargo, pueden ser firmes o «con la boca pequeña». Y a los temores del gasto que las falleras creen que pueden tener se unen las dificultades que pueden tener para compaginarlo con un mercado laboral en el que buena parte de ellas están integradas.

Desde la Junta Central Fallera, las instrucciones con claras: no elegir a la segunda, tercera o cuarta que más les gusta, sino a la que más les gusta. Y si hay un problema, ya se le encontrará la solución. Más teniendo en cuenta que la candidata se presenta a fallera mayor, no a corte de honor y, por consiguiente, que ser elegida forma parte de los riesgos propios de esta particular competición.

Hasta qué punto se puede tener esto en cuenta puede condicionar un veredicto para el que, a estas alturas, los calificadores ya han tenido reuniones y datos más que suficientes. Estas dudas han provocado también que se haya dispersado el favoritismo. Los nombres que suenan desde hace tiempo no sorprenderían precisamente: Lucía Serrano, María Urios, Meritxell Soler, Rocío Gil, Laura Fabra ... pero, como queda dicho, el verdadero nombre quedará claro sólo esta tarde, cuando Joan Ribó abra el sobre de la mayor y el de la infantil.

Final de Raquel y Clara

Lógicamente, la ley de sucesión significa que esta tarde finalizan los reinados de Raquel Alario y de Clara Parejo y la vigencia también de sus cortes de honor. Los cargos los han apurado hasta el último momento: hasta anoche con la Entrada Mora y Cristiana, que pasará a su particular historia como el final de un trayecto que ha durado, exactamente, un año, aunque los nombres ya quedan escritos en la historia.