La normalidad parece instalarse nuevamente en el parlamento de la fiesta y sólo el desarrollo de los debates en las asambleas que restan dejará claro hasta qué punto se puede completar el ejercicio de una forma lo más normal posible. Pere Fuset regresó (y se le reclamó regresar) al particular hemiciclo el día más desangelado posible. La convocatoria era en el peor día, con numerosas comisiones celebrando actos en el casal (Halloween, naturalmente); el orden del día era bastante anodino, porque la clasificación de fallas estaba más que aprobada (como así ocurrió) y volver a ver a un concejal tampoco es un acontecimiento como para poner el «no hay billetes». Incluso se corrió la voz de si había un boicot organizado. Sin embargo, la gran mayoría de los interlocutores habituales estaban presentes y el número de comisiones presentes, 96, respondía a las coordenadas de un mal día con poco interesante de lo que hablar. El resultado finalmente fue el de pasar página e iniciar una nueva etapa.

«Vuelvo para hablar de fallas y sólo de fallas. Y avanzo este regreso por una decisión que ha sido reflexionada, motivada y compartida con mucha y muy diversa gente, falleros de base, presidentes de comisión y agrupación y delegados de sector. Estoy aquí con la voluntad de aportar concordia y traquilidad a la gran familia de las Fallas, atendiendo así lo que se me ha reclamado. Estoy convencido de que si hacemos un gran esfuerzo, ese diálogo y esa corresponsabilidad que en esto años ha dado grandes frutos con acuerdos positivos no serán anécdotas, sino la tónica general de un camino de cooperación que también necesita un gran esfuerzo colectivo de respeto mutuo, personal y de diálogo fluido. Un esfuerzo que estoy convencido de que será realidad». Con estas palabras, el concejal dio por sentado su particular superación de etapa. «A pesar de algún ruido en ocasiones interesado, siempre he encontrado puentes y hoy es justo agradecerlo». A partir de ahí ya empezó con los plazos de cobro de subvenciones. La normalidad que debería regir los debates en la fiesta.

Al llegar ruegos y preguntas ya no había casi ganas de reñir. Jorge Defez sí que mantuvo el pulso de por qué no aplazar el debate del Congreso Fallero (Defez, un veterano fallero experto en estas materias, es de los que sí que aboga por celebrarlo), hacer pedagogía y ponerlo sobre la mesa más adelante. Fuset le contesto que eso era echar al traste la hoja de ruta. Con lo que, si no hay cambio de última hora, el 14 se celebrará la asamblea extraordinaria y, si se confirma el voto general informativo, se retomará la cuestión más adelante, por ejemplo, nada más quemar las fallas de 2018, siempre que alguien lo vuelva a plantear.

Rafael Ferrando, presidente de Isabel la Católica, sí que intervino para pasar factura de declaraciones (la entrevista realizada en Levante-EMV) pero el edil le espetó que «no voy a polemizar más». Y la tercera y última palabra estaba relacionada con el cambio de nombres de comisiones por la aplicación de la Ley para la Memoria Histórica. Se cerró un largo capítulo y empieza otro.