Como si nada hubiese pasado. Por lo menos, la Junta Central Fallera ha iniciado ya el camino hacia una cierta normalización en sus cuadros rectores. El pleno ordinario de octubre fue tan normal que hasta fue sorprendente. Regresó Pere Fuset a un foro que, seguramente, no debía haber abandonado y lo hizo con un particular «decíamos ayer». No hubo que dar explicaciones y el debate empezó como si nada. Un «buenas tardes y pasamos a la lectura del acta».

Los puntos del orden del día pasaron con serenidad, sin aspavientos. Todo eran materias falleras sin más. Incluso la Clasificación de Fallas, para la que se convocó un pleno extraordinario el próximo lunes. Se salió con el deseo de que las comisiones que no van a ir a la sección que esperaban tengan la comprensión que dan las normas establecidas. el secretario general, Ramón Estellés, estuvo en su papel discreto y eficaz, dado juego y repartiendo positivismo. Incluso Fuset, más allá de su informe, pasó desapercibido. Llegó el turno de ruegos y preguntas y nadie pidió la palabra. Estuviera o no pactado entre las partes más encontradas empezar con buen pie, esta falta de debate incluso sorprendió. Seguramente, lo mejor es que no hubo reproches entre nadie y que dio la sensación de empezar una nueva etapa.

Se esperaba la presencia de los miembros de la Interagrupación protagonistas de los últimos días. Finalmente acudió Jesús Hernández Motes, que tampoco tomó la palabra y se mantuvo en un discreto segundo plano. Por lógica, donde tendrá que reivindicarse es en la reunión de esta noche ante los presidentes que forman la Interagrupación. Pedro Pons no acudió a la cita. Todo se desarrolló, pues, de forma tranquila y debatiendo temas de la fiesta.

Pere Fuset anunció los plazos en que se deberían cobrar las subvenciones que quedan por percibir y anunció que a partir de ahora habrá menos repescas, con lo que, en teoría, se cobrarán más rápidamente. De las ayudas a la insonorización de casales anunció que renunciar a la carpa «es algo que prima, pero que no excluye».