La encuesta se articulaba sobre dos partes: la de preguntas falleras y la sociológica, destinada a conocer el perfil del fallero como ciudadano. Y entre todas ellas, si hubo una pregunta que generó polémica, esa fue la relacionada con la simpatía política del encuestado. Verdaderos ríos de tinta fluyeron en contra de que se preguntara al fallero de turno con qué partido político empatiza más, más allá de que el encuestado era libre de opinar o no.

Una vez conocidos los datos, si hay un partido que no debe celebrar los resultados, ése sería... Compromís. Dicho de otra forma, es una pregunta y un resultado que podría haberse evitado el partido que regenta la concejalía, pero que ayer dio a conocer. La coalición nacionalista tiene que hacerse todavía un hueco en el corazón de esos ciudadanos que se reúnen en los casales. No es el censo fallero, de acuerdo con estos resultados, un granero de votos a día de hoy. Es el partido que más puntos pierde si se comparan las cifras de la encuesta con, por ejemplo, los resultados de las últimas elecciones municipales.

Hay que pensar, en este sentido, que la izquierda nacionalista había estado, históricamente, apartada de las fallas, cuando no ha tenido hacia ella un sentimiento mutuamente hostil. Sólo en los últimos años han desarrollado una política no ya de acercamiento, sino de teorización sobre la fiesta.

Tan sólo un partido obtiene mejores resultados en los casales que en las urnas. Y ése es el PSPV, teóricamente su gran rival a la hora de captar votos dentro de dos años.

El resto de partidos desciende en simpatías y tendría que esperar a recuperar enteros en ese 25 por ciento de encuestados que dice que no le gusta ninguno de los partidos o que no sabe o no contesta. Aunque un porcentaje semejante, un 27 por ciento de la ciudadanía, se abstuvo de votar hace dos años.

A la pregunta de con qué partido se siente más identificado, el 22 por ciento se decanta por el PP, por 18,9 del PSPV, 12,6 de Compromís, 11,1 de Ciudadanos y 6,4 de València en Comú. De acuerdo con estos resultados, el tripartito repetiría mandato en el ayuntamiento, pero ahora mismo Joan Ribó sería sustituido por Sandra Gómez.

El 12,6 por ciento de Compromís no responde para nada al 23,2 obtenido en las urnas hace dos años. Pierde casi la mitad, de la misma forma que València en Comú tiene la mitad de simpatizantes falleros que votantes en 2015.

La otra pregunta política era la autoubicación de cada encuestado en el espectro político. También aquí se adivina esa igualdad existente en la ciudad: el 45,4 se declara de izquierda o centro-izquierda. El 21,5 por ciento, de centro y el 25,7 de derecha o centro-derecha. Los primeros serían los votantes del tripartito, Pacma y Esquerra Unida. Y habría que entender que el 21,5 que se declara centrista estaría formado por una parte de votantes del PSPV y, sobre todo, de Ciudadanos y PP, que repetirían en la derecha y centro-derecha. Unos porcentajes que dejan las cosas con la escasa diferencia que se prevé todavía, con ligero dominio para las izquierdas.

A los encuestados se les pidió que se calificaran de uno a diez en ese sentido. Resulta que un 1,2 por ciento se confiesa de la mayor extrema izquierda (especialmente hombres) y 0,5 de extrema derecha. El valor medio es de 4,61, lo que indica que el ciudadano fallero se mueve cerca del centro, ligeramente escorado hacia la izquierda.

Por bloques se aprecian dos focos, en los que se pueden producir ligeros transvases. El 45,4 por ciento se confiesa de centro izquierda e izquierdas y el 47,2 se reparte entre el centro, centro derecha y derecha. Más o menos la polaridad entre tripartito y la dupla PP-Ciudadanos.

Tres cuartas partes católicos

La otra pregunta que levantó ampollas era la de la confesionalidad religiosa. «¿Por qué hay que preguntar por la religión?» se escuchó en aquel momento. Más allá, nuevamente de la libertad del encuestado para contestar o no, el resultado dice que no hay una revolución anticlerical en los casales: la tercera parte se considera católico. Un 55,2 por ciento como no practicante y 19,3 practicante. Entre los dados cruzados conviene destacar que el católico practicante es casi a la par en sexos, pero que son las personas mayores las que se llevan la palma: el 42,7 por ciento de los practicantes son mayores de 64 años, mientras que tan sólo el 1,8 por ciento de los jubilados son ateos.

Precisamente, la renuncia religiosa se reparten casi una cuarta parte de los encuestados. Entre no creyentes (12,6 por ciento) y ateos (10,2), mientras que un 1,8 profesan otra religión.

La otra «pregunta del millón» era el sentimiento identitario. La gran mayoría se decanta por la paridad. El 73,3 por ciento está a mitad camino y se confiesa tan valenciano como español y viceversa, lo que supone veinte puntos por encima del barómetro municipal. El 17,5 por ciento se considera más valenciano que español, una cantidad bastante parecida a ese barómetro municipal (14,1). Son mayoría respecto a los que se ven más españoles que valencianos (5,6 por ciento). Lo que cambia bastante son los que se consideran sólo españoles, que son el 1,2 por ciento, mientras que en el total de la ciudad son el 7,9 por ciento. ¿Por qué? Seguramente habría que identificar aquí a aquellos emigrantes españoles que no han conseguido la suficiente integración.

¿Y qué hay del idioma? Es sabido que el «cap i casal» no es tan valencianoparlante como otras grandes ciudades de la provincia, ubicadas en comarcas. València es más tierra de acogida y por eso, el castellano tiene una notable implantación. Aunque si se comparara con la realidad de la ciudad, las fallas son un buen vehículo para fomentar el uso del valenciano.

Por ejemplo, en el barómetro municipal llega hasta el 74,2 por ciento los que hablan sobre todo en castellano, incluyendo un valenciano ocasional. En las fallas, este porcentaje baja hasta el 58 por ciento (20,2 sólo en castellano y 37,8 trufado con valenciano).

El valenciano-castellano indistinto alcanza el 30,9 (por 14,6 en la ciudad, bastante menos) y los valencianoparlantes se mueven en la misma cantidad que el barómetro municipal, en el once por ciento.

Habría que considerar las comisiones como un espacio importante, en el que el idioma autóctono se pone en valor.

A pesar de ese dominio del castellano, la práctica totalidad, un 95,4 por ciento, asegura saber leer en valenciano, aunque el porcentaje baja al 64,8 a la hora de escribir.

Los encuestados dan una aceptable nota a la situación política de la Comunitat Valenciana para lo que son los resultados habituales. Lo que no quita para que un 45 por ciento la considere mala o muy mala; el 33,1 la tilde de «regular» (que, demoscópicamente, es un «aprobado») y el 20 por ciento la ve buena o muy buena. Estos datos, teniendo en cuenta otros sondeos de este tipo, son unos datos más que generosos.

Dos arquetipos dominan, con sentido común, en la situación laboral. La mayoría, el 61,5 por ciento, son personas con empleo, que son más que el 43,8 de la población mayor de edad en la ciudad. Es normal: aquel que es fallero y paga cuotas es porque tiene una cierta seguridad laboral y puede pagarse el ocio. El otro gran segmento son los jubilados (17,5 por ciento), aunque son menos que el censo de la ciudad. Da a entender que, aunque los mayores de 65 años son un segmento importante en la ciudad, acaban por borrarse de las comisiones.

Sobre la economía personal, un 83,2 se decanta por una situación buena o regular; es decir, la suficiente como para «ir tirando» y poder permitirse participar en una fiesta que no se considera un bien de lujo. De hecho, entre los encuestados más de la mitad confiesa ganar más de mil euros mensuales en la economía familiar.

Sobre todo, españoles

Entre los encuestados también destaca que el 99,5 por ciento de los encuestados es de nacionalidad española, mientras que el barómetro municipal dice que los españoles son un 93,2. Es fácil entenderlo: el ciudadano extranjero necesita integración y estabilidad económica para franquear las puertas del casal. Es un mundo por descubrir para ellos.

Como observadores de la actualidad, el fallero no es diferente del resto del ciudadano: el paro es, con diferencia, lo que más les preocupa. Casi la mitad de los encuestados lo señalan entre sus preocupaciones. Corrupción, sanidad, educación e inseguridad ciudadana son las cuitas por orden de prioridad.