Llamaba la atención, en la carpeta de fotografías de presidentes de falla del ejercicio 2017-2018, la de Pedro Luis Agulló Pitarch, el de Murillo-Palomar, por sus tonos vintage. Resulta que era un fotomontaje en el que, con una dosis de humor, había puesto su cara a la imagen de un antepasado. Su bueno o su bisabuelo. También era el reflejo de un fallero, en cierta medida, de otra época para el entorno en el que, tras su paso por Russafa, se había asentado años atrás: un fallero del Pilar-Sant Francesc que residía en el Pilar-Sant Francesc. Un pequeño gran milagro.

Ayer se fue Pedro Luis. Estaba enfermo. El pulmón lo llevaba a maltraer, pero no se esperaba un desenlace rápido e inesperado tras demasiado tiempo de padecimientos. Lo que no le impidió participar en el día a día de una comisión que desafío a un destino de desaparición. Tanto es así, que no hace tanto tiempo, Murillo-Palomar estaba a punto de cerrar y, sin embargo, ahora vivía un momento dulce, en el que incluso se había atrevido a participar en el concurso de belenes y en el de presentaciones, con los grandes, grandes de las especialidades. Tan cercanas en el tiempo. Un David entre Goliats.

Con 54 falleros oficialmente censados entre adultos y niños, esa cifra era un verdadero milagro para los padecimientos sufridos y precisamente mantener con respiración la comisión, una de las más antiguas de la ciudad, que encontrársela en mitad del callejeo es uno de esos placeres que quedan en la parte vieja de la ciudad.

Tal como decía el presidente de la Agrupación, Javier Tébar, «Buena parte de la culpa de que la comisión siguiera adelante era de él. Que incluso si tenía que poner dinero de su bolsillo, lo ponía». Un verdadero personaje, el típico grandullón pero mejor persona imposible. Y con un afinado sentido del arte, que había cultivado y coleccionado. Su mujer, Vicenta (prima de Rita Barberá por la rama Nolla), era quien recibía ayer los mensajes de ánimo, solidaridad y cariño.