Lo que comenzó como una declaración de intenciones con las que enseñar músculo a la UNESCO para que las Fallas fuesen Patrimonio de la Humanidad (cosa que parece haber funcionado) es ahora una de las tradiciones más esperadas por los valencianos. Así lo hicieron notar ayer, cuando cientos de personas llenaron las calles del centro de València de admiración y aplausos, empezando en la Lonja hasta llegar a la plaza del Ayuntamiento donde la agrupación fallera esperaba con ansia su llegada.

?Ahora, la misión del desfile es otra: reforzar el vínculo de la ciudad con otros rituales del mundo. El año pasado fue Bolivia y su baile del Carnaval de Oruro. Este año le tocaba el turno al merengue de la República Dominicana, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2016. Una música que, acompañada de acordeones, tambores y saxofones, representaba la esencia festiva del país y hacía mover más de un pie al ritmo de la música.

El ballet folclórico encabezaba este tramo del recorrido y los espíritus traviesos de los diablos cojuelos dominicanos daban el toque de color al desfile. «Es un honor que el ayuntamiento nos de la oportunidad de expresar la identidad del pueblo dominicano y más en esta fiesta que ahora es hermana del merengue, al ser consideradas al mismo tiempo Patrimonio de la Humanidad», reconocía Jorge Cordero, consul en València de la República Dominicana, que había asistido al encuentro.

Y es que el edil de Fiestas, Pere Fuset, indicó ayer que «la celebración de las Fallas es una oportunidad para difundir otras expresiones de la cultura festiva valenciana que tienen un innegable valor patrimonial», así como «manifestaciones de otras culturas para promover la convivencia intercultural y la divulgación de los rituales festivos de todo el mundo».

Un poco antes de la llegada del ritmo caribeño, los cabezudos creados por José Luis Ceballos y Paco Sanabria despertaban más de una sonrisa. Grandes y mayores se divertían viendo los pasos clásicos de baile entre la cantante Concha Piquer y el ilustrado Antoni Josep Cavanilles o entre la escritora Isabel de Villena y el novelista Vicente Blasco Ibáñez.

A la cola del desfile, los Fatxos d´Onil, el Tio de la Porra de Gandia y «Els negrets y dansadors de la Alcúdia» daban el toque de innovación a esta tercera edición de celebración cultural. «Els negrets» aunaron fuerzas para crear el castillo humano, llamado «la campana», en la plaza del mercado, mientras «els dansadors» bailaban, garrote en mano, ataviados con la indumentaria de labrador. El Tio de la Porra, de gran nariz, gafas negras, traje napoleónico y patrimonio cultural de Gandia, seguía a «Els negrets» de cerca guiando a su séquito con golpes de tambor. Y mientras, los Fatxos ponían el broche final al desfile. Con ramos de esparto, los participantes, creaban circulos de fuego a su alrededor con los que «purificaron» el final del recorrido.