A bote pronto, la sensación que empieza a quedar, viendo lo que se está plantando en la ciudad de València, es que las fallas de 2018 son tan buenas, que no son buenas. Salvo alguna excepción, en la que la calidad está acorde con un justiprecio, el mundo de la fiesta vive un momento en el que los artistas tan tanto y de tan buenas calidades (temáticas y conceptos aparte), que así es imposible medrar. Una vez más, y salvo que las escenas fueran muy, demasiado, flojas, vuelve a dar la sensación de que van a poner sobre las calles unas cantidades de falla que dejan poco margen de beneficio. Es el eterno debate de los profesionales, atrapados en un particular círculo visioso de poner unas calidades incluso excesivas para lo que pagan las comisiones, que en muchos casos, todo sea dicho, hacen esfuerzos enormes.

Anoche la plantà marchaba a todo ritmo. Las tres más grandes (Pilar, Convento y Antiga) eran las que todavía tenían trabajo por delante. No parece importar: se avecinan unas fallas increíbles. La meteorología respetó ayer el trabajo de los profesionales. Cuando más amenaza es en las últimas horas del día 19.