Calles amplias, aceras acondicionadas y espacio donde aparcar. Una vía se abre paso a través de edificios de nuevos, construidos no antes de la década de los 2000, que conviven con adosados familiares y espacios verdes. Un centro comercial y el un vestigio que recuerda que es València: el estadio del Levante UD. En este barrio residencial se ubica la falla Nova Orriols, una comisión con doce años de vida que el viernes se alzó con el segundo premio de la sección Primera A. Pero, ¿cómo?

«Nuestro caso no es como Nou Campanar, no hay un mecenas detrás que financia las actividades y las obras», indica Borja Oller, presidente desde hace cinco años de la comisión. Son 525 falleros, pero fueron 70 cuando se escindieron de la vecina San Juan Bosco para crear una propia. Aquella aventura la inició Damián Tío, junto a unas decenas de adultos, familias que aún «militan» en una comisión que ya juega en la primera división de las fallas.

«Las aportaciones son de los propios falleros», mes a mes, desde hace doce años. En su fundación en 2006, nadie esperó que en tres años alcanzaran los 400 falleros, una cifra que ha ido aumentando progresivamente, de forma natural, hasta la actualidad. «Hay altas y bajas pero el crecimiento es continuo», explica Oller. Se trata de un barrio «con muchas ganas», como si la falla se hubiera implantado en un lugar donde, sin pretenderlo, estaban esperando una. Compite en una sección plagada de comisiones que tienen sobre los cien años de vida, así que está configurada como manda la actualidad, con paridad en la directiva y con un alto porcentaje de mujeres inscritas.

De hecho, el monumento de este año alberga a «La Catrina», la figura femenina del imaginario mejicano que aquí reivindica la igualdad. Pero no está sola, porque la temática se basa en el país azteca, y mezcla los elementos de su cultura popular con alegorías de la realidad valenciana. Una gran mujer baila el Jarabe Tapatío sobre la calzada al ritmo de la música que emiten tres mariachis. Cuando se fija la vista en los detalles del monumento, se encuentran la sátira política. Una cantina con Eduardo Inda, el Gran Wyoming y Francisco Marhuenda donde comparten un tequila, o un ring de lucha libre donde pelea Estado Unidos, Corea del Norte y Venezuela.

Y entonces, València. La actualidad valenciana se deja ver con figuras que evocan a Mónica Oltra y que reivindican una financiación justa, y dos lagartos que simulan ser Ribó y Grezzi charlan animadamente. Y un lugar que sirve de altar para recordar a los falleros ilustres de la ciudad: un gran cementerio mejicano donde la muerte es, precisamente, lo más sagrado y respetado.

Diseñada por José Santa Eulalia y ejecutada por David Sánchez Llongo, se han llevado el segundo premio de la sección Primera A, solo superados por Maestro Gozalbo-Conde Altea, a quien Oller asegura que les dan dado «un buen susto». El presupuesto les separa en casi 30.000 euros, una cifra que inevitablemente les separa también en los galardones. Aún así, se alzaron también con el segundo premio en Ingenio y Gracia, un resultado que no podrían haber esperado cuando en 2011 aún militaban en Primera B. El presidente asegura que las visitas al taller son incontables.

«Confíamos plenamente en Llongo, pero queríamos estar involucrados"«, asegura Oller. Y lo han conseguido porque el arte final bien podría ser estar en la plaza de la Constitución de la Ciudad de México. De hecho, no todo ha sido por puro arte. Oller cuenta que para asegurar la fidelidad a la cultura centroamericana en la representación artística, la comisión contactó con dos asociaciones de mejicanos residentes en València. Las conversaciones fueron habituales y se estableció un vínculo entre ambas. Los mejicanos se ataviaron con sus trajes tradicionales para unirse al pasacalle fallero por Orriols. Todo un guiño.