Cuando su madre fue a Pedrera, el pueblo de Sevilla del que era su padre, escuchó que a una niña la llamaban Azahara. Se quedó prendada el nombre en cuestión y en cuando la vida le puso en el camino una niña, la bautizó de esta forma. Y ahora, 29 años después (cumplidos el 24 de julio, dos días después de salir preseleccionada) es una bióloga con un perfl en LinkedIn que da miedo. «Epigenetic Regulation of early and late response genes in acute pancreatitis», «Papel del gen ZNF518B en cáncer Colorrectal»... y ahora se encuentra enfrascada en otro proyecto de igual calibre porque «soy investigadora en el Laboratorio de Biología Celular». Es bióloga con mención en Molecular. «Antes estuve en el Incliva, en el Hospital General... y ahora he vuelto a la Universidad como investigadora». «Descubrir, pelear cada día por conseguir un objetivo». Aunque es probable que viva siempre con el «ay» de la falta de ayudas económicas, como buena investigadora que se previe. Todo ello por una revelación. «En el instituto me gustaba la bioquímica, pero, con 18 años, empecé a leer el dossier de carreras y me dije: «¿por qué no?» Y con constancia lo consegui».

Su experiencia en las Fallas está condicionada por un desplazamiento celular íntegro, el de ella misma de un espacio a otro. «Fui fallera de niña, pero hubo un momento que me lo tuve que dejar porque mis padres se tuvieron que ir a vivir a Jalance. Y la verdad es que allí siguen. Yo volví para estudiar en la Universidad». Sin miedo alguno a venirse sola con 18 años. «Para nada. Es una experiencia muy buena, que me ayudó a estar despertarme muy pronto». La pasión por la fiesta se la inculcó «mi abuela, desde que nací. Tenemos fotos en las que llevo moños con menos de un año de edad». Le dio tiempo a ser fallera mayor infantil en 2004 en Sierra Martes-Miguel Servet y al regreso recaló a través de amistades en Pedro Cabanes-Juan XXIII. Superado ese periodo de ausencia, volvió con fuerza a las Fallas porque los amigos la impulsaron a ser fallera mayor. «Es a ellos quien les debo el convencimiento de haber llegado hasta aquí. Son los que creyeron en mi y después he tenido todo el apoyo de mi familia y mi pareja. Pude serlo además porque tengo unos horarios bastante buenos, con las tardes libres. Es verdad que no tendré veraneo, pero ha valido la pena de verdad», Siendo, posiblemente, una de las últimas falleras mayores de la comisión en ser exaltada, si no la que más: un 4 de marzo. Le queda tiempo para «hacer senderismo, la naturaleza, visitar museos, leer... y si puedo ir a esquiar, ya mejor imposible».