No le han ido mal las cosas a Conchita Piquer-Monestir de Poblet en éxitos cortesanos. Cuatro presencias, que no está nada mal. Pero con una particularidad: todo niñas. Soledad, Miryam, Raquel y Paula. Ahora, Natalia Bermúdez tratará de ser la primera mayor que inscribe su nombre y sube su foto en el casal. Que para eso todo queda en casa. Completó el grado de psicología y ahora va a empezar el master en Dificultad del Aprendizaje. «Para trabajar en colegios o en gabinetes psicológicos. Pienso que es una carrera que tiene mucho recorrido, con aplicación a prácticamente todos los aspectos de la vida».

Como aspectos, se encontró cuando descubrió no las fallas, sino pertenecer a una comisión de falla con 13 años de edad porque se autoproclama como la fallera en su familia. «Mi mejor amiga me incitó a apuntarme a la falla. Conseguí el visto bueno de mi madre, hice grupo de amigas y ya quedé totalmente integrada». Y desde hace un tiempo, con la inestimable ayuda de otra familia: la política. Porque «mi pareja es el presidente de la falla». Y hay más: su suegra es la indumentarista y el suegro es el fotógrafo. Razón más que lógica para no dejarlo sólo: «el año pasado fue su primer año de presidente y no se presentaba nadie para fallera mayor. No me había planteado serlo, pero en una situación así, me dije «allá voy». «Y ha sido un año maravilloso, claro. Ahora él repite de presidente y lo será con mi amiga».

De niña recuerda no días en el casal, que eso llegaría después, pero sí liturgias. «Ir a la ofrenda, pasear con la familia... pero no sabía lo que era estar en una falla. Y ahora que ya llevo años dentro es cuando pienso en lo que me perdí hasta entonces. Pero tengo toda la vida para recuperar el tiempo». Su padre es de Torrenueva, en Ciudad Real. Su madre sí que es de toda la vida de Campanar «pero la fallera, fallera, soy yo». Eso sí, un año de fallera mayor es especial y por eso «mi madre se vistió este año. En realidad fue un regalo que le hice el Día de la Madre. Es decir, decirle que se iba a arreglar un traje mío, con todo lo necesario para ello». Y tan a gusto se quedó que «igual este año vuelve a pasar». Un poco antes, con cinco años, sí que le dejó empezar a practicar el baile flamenco «y ahí sigo». Tanto, que «vienen de Londres, del Royal, a examinarnos. Voy dos días a la semana desde entonces y creo que se me da bastante bien».