ubo un tiempo en que entraron varias enfermeras casi de golpe en la corte de honor. Merche Andrés en 1994, Mónica Pérez en 1997, Cristina Sanchis en 1999... este año ha sido el de las médicos y farmacéuticas: Laura Fabra, Meritxell Soler, Mireia Bazaga... ahora, con Claudia Ferrándiz, las «nurses» vuelven a llamar a la puerta. Con una fallera, además, multifuncional, puesto que cuando salió elegida estaba trabajando en el Hospital de Lliria y, a la vez, prepara las oposiciones y, para rematar, «estoy preparando a un grupo que va a hacer las oposiciones a celador». Todo dentro de la cadena de montaje consistente en curar a un enfermo. «Todo es una jerarquía. Sin el celador, la enfermera no trabaja y el médico necesita enfermeras. Además, es un oficio en el que nunca paras de estudiar y aprender. No queda mucho tiempo libre». Aprender haciendo la «triple corona» hospitalaria del «cap i casal»: «Antes he trabajado en el Hospital Arnau, en La Fe y en el Clínico». Y aprendiendo lo bueno y lo malo. «Hay veces que llegas a casa y te das cuenta que hay cosas que te están afectando más de lo que deberías». Gajes de un oficio que también tiene alegrías, y que exige vocación. «Entré primero en psicología, pero en seguida me di cuenta que no, que mi sitio era otro». Donde no hay otro sitio es en las Fallas. «Soy de la Plaza de la

Tienda porque no podía ser de otra. Mi madre es fallera fundadora y mi padre ha sido presidente los últimos 30 años y acaba de empezar el 31». Que no es otro que Xavier Ferrándiz, una verdadera institución en la historia de la comisión y al que organizaron precisamente un acto conmemorativo de sus algo más que bodas de plata en el cargo. Una longevidad que, provoca que, si Claudia tiene 25 años, no haya conocido «otro padre que el que es presidente de falla. Con lo que es una forma de vida para todos nosotros en casa». Y más, porque también las Fallas forman parte del sustento: «mi padre es el dueño de la empresa Feror». Todo un clásico en artesanía y objetos relacionados con la fiesta. De Benimàmet, además, por residencia. «Aunque mi padre vivió de niño en Patraix, sus padres ya eran de Benimàmet. Yo también vivo allí. Está muy bien comunicado con el centro... es un lugar fabuloso para vivir». Fue fallera mayor infantil en 2004 y está en la delegación de infantiles «desde que pasé a mayores». Lidiando ahora mismo con una chiquillería de «cien niños aproximadamente». Pero, entre xocolatà y xocolatà, fallera mayor. «Tenía que ser una vez acabada la carrera, cuando ya hubiese trabajado un poco y tuviese un poco de colchón. Mamá y papá han ayudado, obviamente, pero todo lo que he podido hacerme yo, mejor». El cuarto de siglo empezó para ella el 27 de julio; con la «punxà» y la batalla para abrir boca. Y aún pueden pasar más cositas.