Apellidarse Martínez es algo bastante común. Pero apellidarse Martínez y ser fallera de Baja-Mesón de Morella son palabras mayores. Auténtica pureza de sangre en la fiesta. Y Macarena Martínez responde a ello porque es nieta, "la única chica", de Arturo Martínez Areal, el histórico artista fallero y presidente de falla, "El Patas". Todo un mito en el Carmen: el que más fallas ha plantado en la historia de las fallas del barrio. Y compaginándolo durante 25 años con la presidencia de la comisión. "Además, su hijo y tío mío fue presidente trece años, mi abuela era modista de trajes de valenciana? y somos del barrio, barrio. Tenemos casa propia en la calle Baja que es donde nos trasladamos en la semana de Fallas". Todo muy del Carmen, porque su abuela materna, la rama Giner, era «la huevera del mercado de Mossén Sorell".

Una historia que se repite doce meses después. El pasado verano fue su prima Mercé la que llegó a la gran final. "Ella es sobrina nieta de mi abuelo"."Este año he sido fallera mayor en gran parte por ello. De niñas, Mercé y yo fuimos sucesivamente falleras infantiles en 2005 y 2006 y siempre dijimos de repetir una detrás de otra en mayores. Además, este año era infantil la hija de la que fue mi mayor. Una verdadera alineación de planetas".

Con 25 años aún está en proceso de cercado a su futuro laboral. "He estudiado Turismo y quisiera orientar mi futuro hacia ahí". De momento trabaja en algo que "no tiene nada que ver, pero que me ha venido muy bien. Soy promotora comercial para una empresa tabacalera". Es decir, ofrecer un determinado producto a aquellos que entran en un estanco. Que parece fácil, pero no lo es "porque tienes que analizar en un segundo a la persona que entra en el establecimiento para determinar si es un posible comprador. Es un trabajo con el que estoy encantada porque me ha permitido compaginar todo lo relacionado con fallera mayor".

Tiene más relaciones con la fiesta porque su tía Laura Giner fue de la corte de honor en 1981. La fiesta ganó con Macarena una fallera permanente: "Soy fallera, pero de las de ir todas las semanas" y el baloncesto perdió una posible jugadora. "Jugaba en el Salesianos y me ofrecieron hacer una prueba en el Ros Casares, pero mi madre no quiso porque dudaba de si esto me distraería de los estudios y si realmente podría llegar a ser profesional". Alta, lo es con avaricia: 1,74 metros, razón más que de peso para entender que no superara, hace doce años, la preselección infantil. "Tenía 12 años y medía 1,60. Supongo que eso pesó bastante".

Toca la dolçaina desde hace cuatro años y "procuro ayudar en las delegaciones porque me gusta ir continuamente a la falla. No concibo ser de otra falla". Y pasear el Martínez más ilustre de la fiesta.