La plaza Mosen Milá tardó bastante menos años en tener fallera en la corte de honor que en ganar un primer premio de falla. En 1981 ya llegó Isabel Lluch, la primera de cinco lugares entre las escogidas. En materia de monumento tuvieron que esperar a 2016, pero luego repitieron en 2017 y en 2018. Por ello, Maria Luz Olcina busca ahora el doblete: ganar en falla y ganar en corte. El suyo es un caso inusual en el censo fallero: «vivo en la calle Gobernador Viejo». Google Maps en la mano, son 230 metros hasta el casal y 110 a la carpa. «En Fallas lo tengo todo a mano. Por ejemplo, en la Ofrenda dura más la espera que el recorrido. Incluso si necesitamos más espacio, tenemos las casas de las abuelas». Llegó a la comisión con cinco años «gracias a una vecina. Nos dijo que nos apuntáramos, que estaba muy contenta. Mi padre es el chef de la falla, el que monta los menús y este año ha sido vicepresidente para estar conmigo». Le dio tiempo a ser infantil en 2006 y ahora repitió sin problemas. «Somos una fallita pequeña y si una quiere ser, no hay problema. Antonio (de Zárate, el presidente, el más longevo de la fiesta), le preguntó si yo querría ser y... claro que sí. Fue mi propio padre quien me lo preguntó formalmente».

Su madre es de Sueca «pero se vino a estudiar medicina en València y se quedó». Tanto, como que su padre también es bata blanca. «Es oftalmólogo. Mi madre, aunque también es médico, acabó haciéndose profesora». Compatibilización. Aunque ella misma tuvo un amago que no llegó. «Tuve la duda de hacer medicina. Empecé haciendo Bachillerato de Salud, pero no me ví. Imaginaba lo de la sangre, operando... y no. Gracias al colegio, que me dieron clases para recuperar el tiempo, me pude meter en el mundo de la administración, que es lo que me he dado cuenta que es lo mío». Tanto, que está ya acabando «ADE bilingüe de inglés en la UPV». Además, trabaja «en el departamento internacional de la facultad de ADE . Me encargo de los estudiantes extranjeros que vienen a estudiar. Es un puesto a través de la propia fundación, que los ofertan». Lo trae aprendido porque «estuve viviendo y estudiando un año en París y medio año en Rusia, en San Petersburgo, por intercambio de estudios». El mismo día de la preselección acabó su primera experiencia en la empresa privada «haciendo prácticas en una multinacional de semillas, Sakata Seed Ibérica, donde he aprendido mucho porque he tocado logística, contabilidad, marketing, comunicación... estoy muy contenta». Pero el futuro... «dependerá de muchas cosas. Tengo masters por hacer». Y uno, no menos importante, que puede servirle también de enseñanza y que se celebra en la Fonteta.