Tal día como hoy se marcha a Jalance para recoger a su madre. Aprendió a ser independiente en València, cuando regresó al «cap i casal» para estudiar en la universidad, pero «ahora me hace falta». Ella y una tía que la acompaña y por la que sus padres se marcharon a vivir a Jalance. «Somos un pueblo pequeño y nos conocemos todos. Y, claro, a mi madre le costó una hora ir de casa a la panadería. No me considero una veraneante, sino una residente, aunque lleve muchos años viviendo otra vez en València. Los fines de semana me volvía siempre. La comida de mamá tiraba. Cuando se me empezaron a complicar los horarios iba menos, de fallera mayor aún menos y ahora... le he dicho que la necesito más que nunca». Ya el perfil publicado en estas páginas en julio tuvo su miga: «se publicó en plenas fiestas. Pasaban los Moros y Cristianos de Jalance y el periódico rulando de mano en mano».
Atesora uno de los currículums más sofisticados. «Trabajo en el departamento de biología celular de la Universitat de València». ¿Qué investiga? «Rutas moleculares intrareculares en la reprogramación celular. Explicar más allá es rizar el rizo, ¿no?». «No es muy diferente a lo que llevo haciendo toda la vida. Leo artículos, programo experimentos... el secreto es organizarse. Si me quedo en corte intentaría compaginarlo». ¿Y compatible tanta ciencia con ser fallera? «Mi hermano es abogado, está serio en su trabajo, pero luego se quita la chaqueta, se pone el polar y disfruta en la falla. Pues lo mismo yo». Y salió la primera. «Lo que ves es lo que hay. Me considero una persona muy sencilla. Y ahí estaba yo diciéndoles, "chicas, hagamos un pasillo para que vayan pasando las elegidas". Les decía "vayan". La cosa no iba conmigo. Me fui al fondo y me apoyé en la pared. Ahí vino lo de "imagínate si me nombran". Luego no paré de llorar hasta que salió Marina. Todo esto me ha ayudado a confiar más en mí».
