«Pensé: como mañana me despierte y sea mentira, el sofoco va a ser muy grande». Pero el temor no se materializó para Raquel Avivar. Está, como mínimo, en la corte. «Nunca habíamos tenido una elegida. Y la última finalista fui yo misma hace trece años». Reflexiones muy personales. «Es inolvidable, es sorprendente. Las palabras se las lleva el viento. El sentimiento es lo que queda. Y el momento de escuchar mi nombre es algo que guardaré para siempre». Nombramiento con el que espera «devolver a las Fallas todo lo que me han dado. Desde que tengo uso de razón es mi refugio, mi zona de entretenimiento, donde me distraigo cuando paso un mal momento... el mejor regalo que me podían dar».
Un cargo que empezará con renuncia. «Estoy en el último año de carrera. Había empezado las clases sin faltar un sólo día». Pero entonces, «en tres segundos, me cambió la vida y ha sido imposible. No he podido ni volver a clase». Como consecuencia, «me voy a dedicar en cuerpo y alma a las Fallas. No me gustan las medias tintas. Me encanta lo que me voy a dedicar profesionalmente y me encanta lo que me ha tocado ahora. Quiero dedicar cuerpo, mente y energía a este cargo». La futura odontóloga tendrá que esperar. «Además, el quinto año es sobre todo, práctico. Si no lo haces, pierdes la relación con el paciente y eso es muy importante». Ya había empezado a atender pacientes en la clínica de la Universitat de València. De momento, tendrá que conformarse con la sonrisa de las trece, ella incluida.
Pasará a la historia por su momento televisivo. Cuando sale elegida, y unos segundos después. Lo sabe y revive su momento. «¡Madre mía.! Estaba tranquila. Bien, feliz. Pero cuando sonó mi nombre me puse nerviosa, me faltaba la respiración, salí, me puse en medio, saludé... llego a mi sitio, me saludo con laura Carballeda y entonces escucho el nombre de mi amiga. "Paula Santarrufina". Si no tenía bastante con lo mío, compartirlo con ella, con mi compañera, mi vecina...». La expresión es para verla. «Si: se han hecho hasta memes».
