«Cuando llegué fue muy emocionante. Llegué un poco más tarde que el resto y el aplauso fue enorme. "Madre mía, ¿es verdad?". No te lo acabas de creer cuando te levantas por la mañana. Con esto sí que pensé "esto es real"». Algo había cambiado en Marta Alacreu. «Allí que iba yo, con mi blusita toda mona, pero me lo cambié enseguida por la camiseta de mi falla». Una escena que vivió en una explanada de La Torre, junto a la falla María Ros-Manuel Iranzo. «Pasara lo que pasara, me había apuntado a las paellas de Poblats al Sud. En la Fonteta nos dijeron que el domingo había descanso, que volvíamos el lunes. Así que me hizo ilusión porque qué mejor que compartirlo primero con la comisión el sábado por la noche y al día siguiente en la comida de "germanor". Estás tan contenta...».
No se hablaba de otra cosa en Castellar, el "poble" en el que nació y vive. «Todo era "enhorabuena, Marta", las amigas de mi abuela... fueras donde fueras: a la pastelería, a la farmacia... todos nos conocemos y todos me felicitaban». Ventajas de vivir en un lugar privilegiado. «Me sale natural el valenciano» y tiene al alcance de la mano la huerta. «Mi abuelo paterno vive en una casa de la huerta. Ir a pasear en primavera, que te de el sol, oler el romero... y al lado, la playa de Pinedo, andando apenas un poco». Ya habíamos visto en julio que su otro abuelo, el materno, era Ramón "el Taronchero", éste más hacia el lado de l'Oliveral. Nombres de verdad. Lugares en los que la fallera mayor expone los trajes en casa antes de la presentación, donde los acontecimientos cobran un vigor distinto.
La corte le llega en el momento de poder hacer una parada profesional. Antes de estrenar su graduación en educación primaria especialista en inglés. «Me voy a dedicar cien por cien a las Fallas. Es un año en el que podía decidir. Más adelante sí que quiero presentarme a oposiciones y tener plaza en un colegio». Pero eso será en un futuro.
