Quien le iba a decir que el viaje que empezó en un sobre, el que ella llevaba como secretaria de la falla Isabel la Católica, y que no tenía muy claro si llevaba su nombre, acabaría, o continuaría, como lo está haciendo. De fallera mayor a, como mínimo, corte de honor. «Es que esa es la esencia de la fiesta. Ser natural y no porque las cosas sucedan a tu favor, vayan a suceder siempre. Hay que seguir peleando para que sea así». Pero su vida se compone de venturas casi encadenadas. Es graduada en Ingeniería de la Edificación por la UPV. En el tercer año se puso con las prácticas en la empresa de interiorismo en la que trabajo. Y allí sigue. «Los dos últimos años iba por la mañana a trabajar y por la tarde a la Universidad. Fueron dos años duros, pero tengo la suerte de que nunca he echado un currículum. Soy un afortunada por el trabajo, la familia y la falla que tengo». Ahora, toca aplicarse. «Me han dicho que ya cuadraremos para que pueda hacer lo máximo. La clave es no desperdiciar ni un minuto del día. Todas las horas son productivas. Para el trabajo o para la corte. El descanso es un bien preciado y no hay que perder el tiempo con las cosas intrascendentes». No le asusta. Por ejemplo, esta semana. «Por la mañana a la toma de medidas de la indumentaria; luego trabajar, peluquería, entrevistas con los medios y pruebas con el jurado. ¿Que te quitas? Comer. Un bocadillo y a seguir».
Isabel la Católica es la más afortunada en la década en cuestiones "peineta". «Me siento orgullosa de todas y me siento muy diferente a todas. He estado en las celebraciones: de Marta hace dos años, de Begoña como fallera mayor, de María Marcos, de las infantiles... y he estado en la Fonteta el año pasado, cuando no salió nuestra candidata». Y remató con su historia. «Me iba contenta a casa con cualquiera de las decisiones. No me lo iba a tomar mal. Las Fallas están para ser felices». Y ahora lo es más aún.
