«Cuando estábamos en las pruebas el jurado nos lo decía que, si salíamos, nos iba a cambiar la vida. Cuando acabó el acto, después de llorar, después de reencontrarme con mi familia y después de volver a llorar, me subí al coche. Y mi "iaia" me dijo: "cariño, nos ha cambiado la vida". En ese momento se me paró el corazón. Y dije: "es que es verdad. De un momento para otro. Entre que nombran a Marta la séptima y a Laura la novena". Eso que dijo mi abuela lo recordaré toda la vida». La sonrisa contagiosa se convierte en emoción cuando recuerda uno de esos momentos que se graban para siempre. Andrea López ya tiene una historia que contar y asume el día a día, consciente de que esa transformación. Esta hija de Malilla se levantó el domingo y... «la gente, de repente, te reconoce. Bajas a comprar el pan al mismo horno de siempre y te felicita la del horno, la clienta que no te conoce pero lo ha escuchado, la de la carnicería, a mi madre... eres personaje público. Y empiezas a aprender a ir con más cuidado». Empieza el cambio «el domingo quedé con el grupo de la falla. Me levanté tan tranquila, pensando que era una don nadie y cuando me senté con ellos, la conversación era otra. Ya no era la fallera mayor saliente. Era una de las trece que optan a fallera mayor de València. Ahí me dije, "uf, que presión. Tengo que estar perfecta, comportarme... que sí, que ya lo haces de normal, ahora se van a fijar más en tí. Ahora estás más expuesta».
Cambios que también afectan a su futuro personal. O a la toma de decisiones. Había finalizado Arte Dramático en la Escuela del Actor. «Y en julio quería empezar interiorismo a distancia. Pero es que ahora, después de lo que ha pasado...». En el trabajo, la tercera pata: profesora de extraescolares en una empresa al uso. «Hago lo que toque en cada ocasión: teatro, funkie, repaso de inglés, manualidades... lo que sea cada vez y en el colegio que al que me mandan». Está encantada. De todo.
