La supresión de honores, en forma de calle, al general Antonio Barroso es poco discutible dentro del cambio de nombres aplicado el pasado año por el ayuntamiento de València. No fue valenciano, se sumó de forma entusiasta a la sublevación de 1939, ocupó cargos importantes durante la dictadura y, como remate, fue de los pocos procuradores que votó en contra del Proyecto de Ley para la Reforma Política. Pero décadas atrás se le recompensó con una calle a la que no le aportó nada en especial. La concejalía de cultura le retiró la placa y ha puesto en su lugar el enrevesado nombre de Jerónima Galés, pero que es una precursora de las mujeres emprendedoras. En el Siglo XVI se convirtió en la primera mujer impresora.

El cambio de nombre afectaba a dos fallas: General Barroso-Calvo Acacio y General Barroso Litógrafo Pascual y Abad. La primera no tuvo problema y ha hecho lo que no pocas comisiones dentro de este proceso de rebautización: eliminar la calle en litigio y simplificar su denominación por «Calvo Acacio» a secas. La segunda no podía hacerlo porque el litógrafo también aparece en el nombre de otra calle: Carteros-Litógrafo Pascual y Abad.

Por si fuera poco, y tal como ha sucedido por lo tardío de los cambios, los personajes que dan nombre a las calles acaban por perderse en la memoria y quedan como un nombre sin más ya casi, si no entrañable, sí familiar. Y la comisión era «y en gran medida sigue siendo, porque costará adaptarse», la «falla Barroso». Su grito de guerra era «Barroso lo peta».

Sin embargo, los falleros hicieron el cambio integral y son los únicos que lo han llevado a su razón de ser: el monumento. Cambiaron el nombre, el escudo y el estandarte: Jerónima Galés-Litógrafo Pascual y Abad. El grito de guerra ahora es «Jerónima lo peta» y su falla infantil llevará por lema «¡Bienvenida Jerónima!». En ella, el artista Sergio Alcañiz hace una recreación del personaje sosteniendo su nueva placa del callejero.

A su alrededor, otros personajes de la contornada le dan la bienvenida: el mencionado Litógrafo (Antonio) Pascual y Abad, Julio Verne, Gaspar Aguilar, María de Molina, el pueblo de Los Pedrones y el embalse de Forata. Personajes que incluso cobraron vida en el acto de presentación del proyecto.

«El cambio había que hacerlo. Hubo debate en la comisión y se barajaron nombres», recuerda el presidente José Valle. Una de las alternativas sugería cambiar completamente la denominación, empezando por Gaspar Aguilar «pero vimos que eso significaba acabar con una parte de nuestra identidad». Finalmente, el cambio se realizó nombre por nombre «y ahora será cuestión de tiempo». Lo cierto es que el artista sugirió este proyecto que además servirá a los falleros, especialmente a los infantiles, para conocer más cosas de su propio barrio».

En lugar de cambiar, simplificar

Este caso es casi único en el proceso de cambios de nombre por la Ley de Memoria Histórica. Las comisiones han adoptado los cambios con mucha frialdad. Tan sólo esta comisión, y Linterna-Na Robella-Av. Oeste (por Barón de Cárcer) han adoptado los nuevos nombres.

Las comisiones han sometido el tema a debate. La gran mayoría han optado por, directamente, eliminar la calle en litigio. Por ejemplo, Gayano Lluch y General Llorens (sin el Félix del Río que sustituye a Marco Merenciano). Lo mismo han hecho Islas Canarias-Trafalgar, Juan Bautista Vives o Manuel de Falla-Tamarindos. Ni siquiera se han adoptado nombres que forman parte de la cultura valenciana, como los «Jurats» que sustituyen al Ángel del Alcázar. Sus dos fallas son ahora, simplemente, José Maestre y Santa Cruz de Tenerife.

Otras han optado por utilizar otras calles del barrio. Av-Plata-General Urrutia no pasa a ser Amado Granell, sino Av. Plata-La Senyera. O la falla de Massarrojos, Mártires-Ibáñez Alonso, que en lugar de ser Llotgeta-Solidaridad ahora es Senent Ibáñez.

Es verdad, que la antigua Eduardo Marquina ha pasado a ser Pere María Orts, pero la comisión, en sus redes sociales, sigue llamándose como antiguamente o con el sobrenombre «Falla Marquina».

Y también hay un caso repescado de hace veinte años y que no se había cambiado hasta ahora, García Morato-Yecla, que evita la denominación Olof Palme-Yecla y de autodenomina Séneca-Yecla, el cruce donde se planta la falla, aunque como apodo se siguen llamando «Falla Morato», el apellido del aviador franquista.