Al romper el alba, como marcan los cánones. La «despertà» es la manifestación pirotécnica más madrugadora de la fiesta y sólo ella es capaz de congregar a tanta gente a una hora tan intempestiva. Porque no es sólo estar a las siete de la mañana haciendo cola para recoger el «tró de bac». Es que hay que llegar antes desde todos los rincones de la ciudad. Hace ya varios años se decidió instaurar una jornada completa de fiesta como inauguración oficial (las Fallas es la fiesta de los mil inicios: el 20 de marzo, el día que se elige a la fallera mayor, el día que se la exalta, el día de la «Crida», el 1 de marzo...) y ésta se aprovechó para recuperar, o tratar de recuperar, un petardo asediado por las normas internacionales y que es tan genuinamente fallero, que sólo se dispara (se disparaba) en los días grandes. Prácticamente dos generaciones viven en el desconocimiento de este sugerente tubito que se tira y explosiona. Eso sí, no pocos, por el exceso de euforia, se levantarán hoy con dolor muscular en el hombro. Previamente, las falleras mayores y cortes de honor hicieron una ofrenda a Santa Bárbara en San Juan del Hospital.

La «despertà» tiene su estética particular. Que antes no hacía falta: gafas para proteger los ojos, pañuelo en la boca, como un cuatrero del Oeste, la «parka» más raída del armario y ganas de pasar la mañana. Con ansiedad, porque fue apagarse las farolas, dos minutos antes de las siete y media, y empezar el disparo mientras la banda que abría camino recuperaba el Toque de Diana.

Los niños por delante, disparando bombetas, que es lo que les marca la normativa aunque a los más crecidos les sabe a poco. Después, un remate en la plaza a cargo de Pirotecnia Valenciana, chocolate, selfi o foto de grupo. Porque la fiesta tenía ganas de empezar.