Érase una vez una cabalgata en la que los niños tiraban las pistolas para peinar a sus muñecas, en el que las niñas colgaban en la percha el tul de princesa y cogían el traje de bomberas, en el que la bella durmiente se cansó de esperar, o en el que el príncipe azul se calzó el zapato de cristal.

Los cuentos de hadas han cambiado. El tema principal de la Cabalgata del Ninot (que ayer recuperaba la importancia de los «ninots» de las comisiones) no tanto: «sobrevivir al carril bici» que «colapsa» la carretera; un Giuseppe Grezzi que, cual espantapájaros, «espanta» a cualquiera; o un Pere Fuset sentado sobre un «trono de hierro» que «pronto» le tocará abandonar (el concejal de Cultura Festiva llegó a ser representado al menos en ocho de las diez comisiones falleras).

La cabalgata de este año vuelve a la carga con quienes han sido (y son) fieles protagonistas en los últimos años. La pronta celebración de comicios, no obstante, consiguió colarse entre lo que parecía una temática inamovible. Esta vez para defender la igualdad de género ante los «lobos con piel de cordero» que utilizan a la mujer de una manera «frívola» y «oportunista» en sus campañas. Un utilitarismo político que, sumado a la discriminación laboral («las mujeres valen cinco euros, mientras los hombres duplican su valor»), la violencia machista y el techo de cristal, «indica que aún queda mucho por hacer en la igualdad». También de la paridad, empezando por la Iglesia («si Jesús hubiera nacido en el siglo XXI tendría seis mujeres apóstoles»), pasando por las listas de Compromís: «Señor Fuset, no nos pida paridad en las comisiones si no cumple usted con su parte», exigía la falla Periodista Gil Sumbiela.

También la cabeza de la Paz (la primera pieza de la falla municipal) entraba a última hora en la plaza del Ayuntamiento arrastrada, eso sí, por un sinfín de mujeres. A sus diseñadores, Pichi&Avo, también les cayó una sátira por grafitear el Centro del Carmen para su exposición, con la oposición de supuestas monjas de la comparsa. La de Duque de Gaeta, que se llevó prácticamente todos los primeros premios.

Y como el feminismo, rebelde, también los «animales» de George Orwell se amotinaron en la cabalgata frente a la «subida del pan o la leche». Y mientras los comicios se celebran o no, «¿qué hacemos con los restos del dictador?», «¿los traspasamos?». Críticas por doquier que, eso sí, dejaban fuera la independencia en Cataluña que tantas veces sale a relucir en el plano político para centrar la protesta ciudadana en el precio del alquiler, las interminables listas de espera en la sanidad pública o la desigualdad evidente entre los que eligen cruzar el Mediterráneo en barco o los que no tienen más remedio que hacerlo en una patera.