Los incidentes de la verbena del Botànic han sido contestadas con la imaginable ola de solidaridad por parte de comisiones y agrupaciones falleras. El edil Pere Fuset (hasta ahora «de Cultura Festiva en funciones» y ahora sin atribución alguna hasta que se determine el nuevo gobierno) se puso en contacto con la Agrupación de Fallas y la comisión de Palleter (que cedía la demarcación) y con la subdelegación de gobierno, a la vez que expresaba el deseo «de que caiga sobre los autores todo el peso de la justicia por una agresión sin sentido que podría haber ocasionado importantes daños personales».

Guillermo Serrano se ha tenido que estrenar en la presidencia de la Interagrupación con un conflicto, pero aseguraba el comunicado que «seguiremos trabajando para revertir esta visión equivocada de la fiesta, que por suerte, solo tienen unos pocos».

La Federación de Vecinos condenó lo hechos e hizo un llamativo a la reflexión. Pero lo acompañó de a petición «tanto a las fallas como a cualquier otra entidad que organice actividades en la calle», que es «responsabilidad y rigor en el cumplimiento de la normativa de contaminación acústica, especialmente cuando la afluencia de personas a estos eventos musicales sea mínima. Todas las partes deben hacer un esfuerzo para compatibilizar el difícil equilibrio entre el derecho al ocio y al descanso».

Es cierto que, de las 196 verbenas autorizadas el pasado sábado, hubo una parte de ellas con escasa afluencia de público. Pero, precisamente, la fiesta en la que se produjo la agresión era de gran tamaño, al ser producto de la unión de seis comisiones. En concreto, la organizadora fue Fernando el Católico-Erudito Orellana, pero se celebró en la demarcación de Palleter, intervinieron también las fallas de San José de la Montaña, Calixto III, San Ignacio de Loyola y Borrull-Turia.