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Limitación

Cuando 14 metros de falla son "reales"

La idea de la Federación de Especial de limitar la altura desvelaría que muchas obras miden menos de lo que se cree

La falla de l'Antiga de 2019 estaba cerca de los límites. f. bustamante

¿Era «Juga, juga... i voràs», la falla ganadora de la Sección Especial el pasado mes de marzo, una falla «pequeña»?. Pocos consideraron inadecuada su victoria. Se dijo, es verdad, que también podían haber ganado otras (Pilar, Convento) más grandes. Pero que el premio no estaba mal dado. Y en aquel momento, el artista Carlos Carsí lo dijo muy claro: «si no se moderan los tamaños, todos los artistas morirermos».

Pues bien, la falla plantada en l'Antiga de Campanar excedía un poco los 14 metros sobre los que está trabajando la Federación de Especial como límite de altura para sus fallas del futuro. Una iniciativa con la intención de que los artistas atemperen sus obras o que, por lo menos, una parte de sus ingresos no vayan a pagar las consecuencias del exceso de volumen: alquiler de naves, transporte, etcétera.

En caso de aprobarse o no (al cierre de esta edición continuaban a la espera de comunicar su decisión) el establecimiento de ese límite pondrá en evidencia una realidad casi milenaria en la fiesta: las alturas se «inflan». Con su punto de mercadotecnia, para impresionar al rival o a posibles jurados. Pero lo que se han llamado tradicionalmente los «metros falleros» siempre han sido más en la teoría que en la práctica. «Vender» una falla como algo muy grande siempre ha sido recurrente porque no hacía daño a nadie. Pero, en caso de aprobarse la limitación, ahora serían medidas estrictas. Y, posiblemente, se deshagan mitos. Gran parte de las fallas actuales están cerca de ese límite. Pero se conseguiría la pretensión de los artistas de hacer más racional su trabajo.

Hasta un tercer/cuarto piso

Catorce metros es plantar una falla que prácticamente llega a un cuarto piso. O tercero y planta baja. El inflado «hacia arriba» de las fallas se produjo con la aparición del «corcho blanco». Este nuevo material supuso una revolución en el modelado, consiguiéndose formas y posturas impensables con materiales tradicionales (cartón y poliester). Pero también estableció, gracias a su ligereza, un crecimiento de las alturas. Si a esto se le añade la eclosión de Nou Campanar, que dedicaba presupuestos que llegaban a triplicar la, actualmente, falla más cara (Convento Jerusalén invirtió oficialmente 230.000 euros el pasado año), se llegó a alturas impensables hasta entonces.

Con la llegada de la crisis esto se acabó, pero dejó el poso de la obsesión por la altura. La bajada presupuestaria también redujo alturas pero seguramente no al nivel en que el trabajo se haga rentable. La medida pedida por los propios artistas «sin ser la panacea» -como se ha reiterado tanto entre profesionales como entre las comisiones federadas- está muy por encima de las llamadas «fallas tradicionales», que se plantaron hasta los años noventa. Por si fuera poco, la historia reciente de la fiesta recuerda que las fallas más grandes en tamaño no han ganado necesariamente el primer premio. Sin ir más lejos, el pasado mes de marzo.

El proyecto de reducir altura es seguido con mucho interés por los artistas y ha recibido críticas aunque, por regla general, de personas que ni tienen que generar el dinero ni después administrarlo. Ni falleros de las comisiones de Especial ni artistas. Sin embargo, las decisiones que se tomen pueden suponer una fórmula que ayude a evitar la situación de ruina general en la profesión. Tanto es así, que la Interagrupación también está sobre el tema para, ya de cara al futuro, ver si es viable su aplicación en el resto de categorías.

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