El de ayer fue día de tacones inalcanzables. Diademas infantiles, plumas, «floripondios» bolsos y faldas, cuerpos y volantes de todo tipo y color. Lo habría firmado el álbum de la «Invitada Perfecta». Cada participante en la reunión de ayer era una foto de Instagram en sí misma.

Porque aparecer perfecta, después de días de debate del «¿Qué me pongo?», se antoja básico para empezar con buen pie la carrera para ser fallera mayor de València o corte de honor. «La primera impresión es la que cuenta» dice el eslogan, por mucho que el cargo, afortunadamente, haya ido evolucionando satisfactoriamente hacia un cometido de embajadora.

Pequeña prueba para las mayores

Ayer empezó el proceso de forma tranquila. Tras la plática del concejal Pere Fuset, las niñas apenas estuvieron un ratito con sus jurados. Las mayores sí que tuvieron una primera prueba, muy suave: cada una debía presentar a otra, elegida aleatoriamente. Retentiva y desparpajo en juego.

Pero no hay que engañarse: la entrevista personal es uno de los elementos básicos que permitirá a los jurados ir separando a las que tienen posibilidades. En el caso de las niñas, también cuenta la impresión que dan los padres. Esto, combinado con pruebas grupales, observación general, debates colectivos y pruebas de toda índole, servirá a los calificadores, elegidos casi a partes iguales por el concejal Pere Fuset y la asamblea de presidentes, para alcanzar su objetivo: seleccionar a 26 entre 146. No serán «las mejores». Serán las que transmitan mejores inputs en un margen de tiempo demasiado corto: dos semanas para la primera gran criba. El sistema necesita urgentemente, por lo menos, una revisión.

Y es tan pequeño el margen y tanta la premura, que un error, una jornada apática o poco participativa pueden echar a perder las opciones.

Todas lo quieren y la que más, la que menos, acude a la cita perfectamente preparada. Entre otras cosas, porque, en el caso de las mayores, son personas con mucha experiencia. En esta convocatoria de 2020, las preseleccionadas mayores son algo más jóvenes que otros años, pero están hechas y derechas en la vida, con preparaciones culturales bárbaras. Grados, licenciaturas, masters, idiomas y trabajos precarios o consolidados. Y varias lo han vivido ya en casa: son hijas o sobrinas de falleras mayores o cortesanas pretéritas.Sobre todo, entre las infantiles.

Y como saben a lo que van, unas más que otras han empleado las semanas previas en indagar entre antecesoras en la experiencia qué se les preguntó en los años anteriores. Llegarán con ideas y frases preparadas. Después de haberse «empapado» de historia de las Fallas, de haber ensayado «supuestos» («¿Qué dirías en un discurso si tienes que inaugurar un casal?»). Saber quien ganó la Sección Especial y el nombre del artista. Recordar pirotécnicos o el número de censo de la falla propia. Y es que los hay oportunistas que últimamente ofrecen hasta cursillos. Si cuela, cuela.

No hay que engañarse: elegir a las embajadoras de la fiesta es una oposición en toda regla. Muchas aspirantes para muy pocas plazas, que aunque tienen un año de caducidad, les aportarán experiencias personales y falleras de primera calidad.