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Análisis

Una elección que pide cambios

Esta noche se desvelan las 26 aspirantes a falleras mayores tras apenas dos semanas de pruebas

Niñas aspirantes a fallera mayor infantil, durante el ensayo realizado el jueves. miguel ángel montesinos

Que el llamado «falleramayorismo», la colección de rituales, momentos y sensaciones que rodean a la figura representativa de la fiesta fallera, está sobredimensionado, es una verdad absoluta. La expectación que, desde finales de junio, ha suscitado el proceso de selección, está muy por encima del que provoca el elemento troncal de la fiesta, la Falla. Pero de ahí al menosprecio media un abismo. La sobredosis es evidente, pero no por ello se capitidisminuye la relevancia del elemento artístico, que tiene sus tiempos y su público. Es un debate estéril, porque ambas partes de la fiesta se necesitan y se refuerzan con su sinergia. Por eso, el de hoy es un día «peineta» al mil por cien.

Es una noche de contradicciones: «Elles» es el hilo argumental de una velada en el que se refuerza el concepto de «preseleccionada» o «candidata», pero el fatalismo recuerda que, sobre las once y media, la gran mayoría de ellas (120 de 146) regresarán a casa cerrando el libro. Para algunas será la mayor de las frustraciones, un drama de proporciones gigantescas. Saldrán del grupo de wasap que tienen todas ellas. Algunas pasarán de la empatía al jurado a hacerles cruz y raya. No querrán saberse nada de ellos el resto de sus vidas. Otras lo aceptarán con resignación. Y la vida seguirá, con el foco puesto en las trece supervivientes.

Lo cierto es que para casi todas «elles» acabará el viaje. Desde las que lo recibirán como sueño inesperado que empezó una noche de verano a las que lo perseguían tanto, que ser fallera mayor no era más que un paso previo, un mal necesario.

Para las elegidas, el premio es único: vivir la fiesta desde la primera línea. Un curso intensivo en el que conocerán artistas, pirotécnicos y, sobre todo, falleros y falleras. Contacto humano con cada una de las ramas del arbol de la fiesta. Sensaciones imposibles de vivir. A cambio se les pedirá que no desperdicien la oportunidad y que ayuden a hacerla comprender a quienes vengan de fuera o, simplemente, que ayuden con su buenismo a que el fallero sea feliz con su presencia.

Hasta ahí, todo bien. Pero el proceso sigue pendiente de revisión. Esta noche, el jurado finaliza la primera parte del trabajo, consistente en hacer una selección de personal en poco más de dos semanas. El proceso, por mucho empeño que se le ponga, es desbordante. No pueden llegar 73 aspirantes a la final. Dentro de la ronda de contactos para «darle una vuelta» al proceso, es casi obligatorio reducir ese número con una semifinal (o una doble semifinal) antes de llegar al parón de verano y que sean apenas 40 las que lleguen a la fase final. Si se quiere ser selectivo e incluso respetuoso con las aspirantes. Unas aspirantes que han ido aumentando, aplazándose el problema, en los últimos treinta años: se ha pasado de 24 aspirantes en 1988 a 73. Para los mismos trece tronos.

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