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Memoria

1987: la exaltación del disparate

Mari Carmen Mollá, anterior fallera mayor de Albacete-Marvá, fue protagonista involuntaria de un acto "inolvidable"

Mari Carmen Mollá accede al Teatro Principal del brazo de Ricard Pérez Casado. levante-emv

Esta tarde, sobre las ocho y media de la tarde (según el «timing» previsto) empezará la parte protocolaria de la exaltación de la fallera mayor de València de 2020. Y con Consuelo Llobell en el trono, éste volverá a Albacete-Marvá, 33 años después de haberlo hecho con Mari Carmen Mollá, octava fallera elegida en la época democrática.

Se trata de un acto a contraestilo, porque la clausura provisional del Palau de la Música obliga a llevarlo a un escenario que no está pensado para este evento: el Palacio de Congresos. Que, como mínimo, repetirá en 2021.

A pesar de ser previsible en su fondo y forma, esto no quiere decir que las cosas salgan necesariamente como marca el guión. Y aunque Mari Carmen Mollá no deja de asegurar, con la perspectiva del tiempo, que «fue uno de los días más especiales de mi reinado y, por qué no, de mi vida», seguro que Consuelo deseará que no esté rodeado de los episodios inesperados que tuvo aquella exaltación. Que repasados ahora se ven con una sonrisa y que forman parte de la historia del acto.

Sirva como previa de lo que ha de venir y precisamente para poner en valor el enorme mérito que tiene el trabajo de los miembros de la Junta Central Fallera, que año tras año consiguen sacar adelante el acontecimiento con pocas o ninguna incidencia. Seguramente, porque todas fueron a converger en aquel 20 de febrero de 1987 (obsérvese lo tarde que se celebraba el acto hace una generación).

La confusión de la cinta

En esencia, tras un acompañamiento musical de Alimara, la parte protocolaria no pudo torcerse más. Las canastillas (cuenta la crónica a posteriori de Vicente Enguídanos en las páginas de Levante-EMV) salían sin corresponder a la entidad que las había enviado. «El confusionismo alcanzó cotas tan sorprendentes como que se repitiera la misma canastilla dos veces o salieran dos al mismo tiempo». Unos efectos de humo se convirtieron casi en gases lacrimógenos. Y la parte de un decorado se cayó cuando pretendía recrear una falla.

Aunque aún sería más recordado el «mantenedor». O, mejor dicho, la fórmula que, durante unos años, eliminó esa figura, tantas veces cuestionada. Era una voz en off en la que un poeta le dedicaba un «a propósit» en verso a la fallera mayor. Había sido escrito por Anfós Ramón y tras grabarse unas horas antes en cintas de casete, llegaron al teatro... para convertirse en una confusión. La que se escuchó fue la poesía dedicada a la fallera mayor infantil, Celia Lopera. Sólo pasada buena parte de la misma el locutor, Rafael Mauricio, se armó de valor y le dedicó a Mari Carmen los versos que figuraban en el programa.

La corte, en barcas

Por cierto, por formar parte del hilo argumental, «yo estuve en trono, pero la corte estaban, seis y seis, en dos barcas». Inimaginable ahora. Alex Alemany fue el coordinador del acto y uno de los pocos que queda con vida de aquel pandemónium. El domingo por la mañana siguiente, se desquitó de tanto infortunio con la lucidísima exaltación infantil de Celia Lopera.

Mari Carmen Mollá, que por entonces tenía 21 años y acabó siendo un verdadero fenómeno social, no acudirá a la exaltación. «No he querido pedir entrada porque sé que está muy complicado». Irá su hija, Laura, invitada por haber pertenecido a la corte de Marina Civera. «Y luego nos iremos todos, los padres y las chicas, a cenar». Pero no se lo perderá. «Lo veré por televisión. Le deseo lo mejor a Consuelo. Es tan buena niña. La conozco de toda la vida. Desde que fue fallera mayor la veía con posibilidades de llegar a la corte. Y cuando estaba ahí... no puedo estar más contenta».

Nunca se supo por qué se produjo el error de los casetes.

Al año siguiente, tras Marta Querol y Sandra Leiva, la exaltación abandonó para siempre el Teatro Principal.

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