Fin del capítulo. Por si quedaba alguna duda, tres meses después de las llamadas telefónicas y el huracán que se desató a sus alrededores, tan deseados por otra parte, y con un punto ya de conocimiento del medio Carla García y Consuelo Llobell ya son más falleras mayores de València. Por si quedaba alguna duda. Ahora llevan las bandas, ese controvertido elemento que, sin embargo, tantos miles de falleras persiguen a lo largo de sus vidas. Consuelo fue la número 81 de la historia elegida democráticamente y ayer, Carla fue la número 82.

Carla (la tercera fallera mayor de la ciudad con ese nombre tras Muñoz Antolí-Candela y González Hortelano) que, acompañada de la corte, remataron los dos días de fiesta intensa en el Palacio de Congresos. En el Palacio de Congresos. Que se ha llevado muchos más piropos de lo imaginado. Porque el equipo de la Junta Central Fallera se lo ha trabajado muy bien. Tanto, que ayer era muy extendido el comentario de «¿y si nos quedáramos aquí?». Pero eso de que la banda no esté en directo en la parte apoteósica, ese elemento que distingue a la exaltación de la ciudad del resto de comisiones, es un lastre que mucho habría que negociar.

Poco arrope institucional

La exaltación de Carla, con una escuálida presencia de representantes del equipo de gobierno municipal y ninguna del autonómico para arroparla, demostró que los públicos son diferentes y con igual de distintas pautas de comportamiento. Ayer, en el momento clave, había menos asientos vacíos. Los que fueron, estaban en lo que había que estar. Es un tema para la reflexión: las sillas vacías del sábado.

Tras una parte inicial sencilla y bien traída (quizá demasiado corta en relación a la pausa intermedia), llegaba el momento de la verdad.

Las niñas son separadas de sus parejas. En el Palau de la Música hay más punto de complicidad. Exigencias del guión. Fueron pasando las niñas: Amelia, Begoña, Blanca, Claudia, Cristina, Gabriela, María, Martina, Natalia, Sara y otras dos Carla: Sahuquillo y López. Con sus emociones propias. Especialmente Daniela García, que de tanto que estaba contagió al presidente Pere Fuset, que para estas cosas tiene mucho punto de «blandito». Hasta tuvo que girarse para limpiarse los ojos.

Carla no pierde la compostura. Ya había aparecido en su domicilio con la segunda parte del misterio desvelado: ¿de qué color se tejió en Garín el espolín que la acredita como fallera mayor infantil? Turquesa del mar de Menorca. Evocador de calas cristalinas, más creíble que el Azul Danubio. Imaginación en el pantone, discreto y bonito para una niña tras pasar por las manos y agujas de La Joia -mientras la corte mayor se estrenaban en Marian, completando son Serrano y Navalón la trilogía de indumentaristas salvadoras-.

La «performance» de Inma

Pasaron las canastillas -mención especial a la de su falla, Ramiro de Maeztu-Leones, con trece leones de peluche- y llegaba el discurso, la performance de Inma Guerrero. Que se la jugó. Porque el auditorio infantil es el más difícil del mundo: se dispersan mucho y no es fácil hacerles entender lo que es la compostura o incluso la educación básica en algunos casos. Antes que salir al atril a leer jugó e interactuó con ellos (incluyendo los que se pasan de graciositos). Jugó a presentar a la corte a base de preguntas. Habló de Carla (quizá le faltó un pelín más, lo único que se puede alegar); les enseñó cómo se dice «Falla» en lengua de signos. Fue extraordinariamente valiente y más allá de las veces que tuvo que poner orden, superó la audacia. Es mejor tres presidentitos que se pasan de listos que estar pendientes de los teléfonos móviles jugando porque se aburren.

Se dispararon los fuegos y la comitiva se marchó a la Basílica a completar el ritual. Apagados los rescoldos de emoción, ahora hay que empezar a pensar en los ninots. Eso, mañana.

Vídeo íntegro de la Exaltación de la fallera mayor infantil de València 2020