«Las fallas no son un Lego, que vas montando y luego desmontas. Esto está hecho para montar y quemar. Nunca para desmontar». Esta frase la pronunciaba un artista fallero poco después del día 11 y la hubiera suscrito cualquiera de ellos. Sin embargo, la sensación que queda después de haber finalizado el proceso de «desplantà» sólo puede definirse con una palabra: heroicidad.

Setecientos mil euros en falla quedaban al socaire de los acontecimientos. Mientras la gran mayoría no tenía más que aplicarse en volver a subir a los vehículos los fragmentos de falla protegidos, cuidándose en todo caso de no dañarlos, el gran reto lo tuvieron los de la media docena de monumentos que ya estaban a medio plantar.

El balance final es que tres cuerpos centrales (Na Jordana, Duque de Calabria y Cuba-Literato Azorín) tendrán que arder. Pero con la previsión inicial es mucho menos de lo que se temía. Se han salvado Sueca, Exposición, Grabador Esteve-Cirilo Amorós, Doctor Olóriz y las pocas fallas de secciones inferiores que estaban en la calle. La «desplantà» no ha hecho más que reforzar el virtuosismo del que hacen gala los profesionales, capaces de reaccionar en condiciones adversas.

«Lo hacemos porque amamos la profesión» reconocía Vicente Llácer. Su caso es muy indicativo: acaba contrato con Sueca-Literato Azorín el día 16. No continuará en 2021. Lo fácil habría sido intentar un poco la «desplantà» y tirar la toalla. Ahora mismo, el monumento está guardado en una nave industrial. «Cada falla tiene una concepción y una carpintería. Incluso cada carpintero es diferente. Yo sé que mi falla la tenía muy estudiada. Hicimos una primera reunión para observar, calcular y diseñar la estrategia», señala. Con todo, reconoce que «hemos trabajado en el filo de la navaja. Pero no he dudado en asumir los riesgos. Conforme conseguimos sacar el primer gran remate fuimos cogiendo moral y el objetivo empezó a ser salvarlo todo, como así ha sido».

En Exposición-Micer Mascó, David Sánchez Llongo tuvo, posiblemente, el desmontaje más laborioso. La falla era de una sofisticación enorme, con muchas piezas y de una arquitectura enrevesada, incluyendo un pulpo. Al principio se pensaba que salvar las partes superiores ya sería una heroicidad. Pero conforme fue pasando la tarde, retransmitida en directo por la propia comisión y por las páginas de Facebook al uso, el estado de ánimo fue cambiando. Tanto es así, que al acabar, la declaración institucional fue contundente: «hemos realizado un trabajo que parecía una misión imposible, desmontar integro el cuerpo central de una falla ya anclada. No hay palabras para agradecer a cada integrante de este equipo el gran trabajo realizado hoy».

Ahora que ya ha pasado, hay un detalle que queda en el aire: ¿qué habría pasado si sucede algún percance?. Los artistas están cubiertos por un seguro que cubre los accidentes laborables incluyendo todo lo que supone la «plantà». ¿Se habría cubierto en caso de «desplantà»?. Dicho de otra forma, las compañías podrían haber aducido que se estaba llevando a cabo una acción que no tiene que ver con plantar la falla, sino todo lo contrario. Afortunadamente, nada de ésto pasó.