Las Fallas faltarán a su cita con las calles y plazas de València por sexta vez en su historia. Las cinco veces anteriores lo fueron de forma abrupta. En esta ocasión se ha mantenido la ilusión hasta última hora optando po un aplazamiento previo y con la esperanza de haberla celebrado en el mes de julio. Una pandemia universal se convierte en el nuevo motivo, después de haber pasado por una guerra, una huelga y una disposición municipal.

Más allá de estas causas de fuerza mayor, lo que había vivido la fiesta en las últimas generaciones eran suspensiones puntuales de festejos o, como momento más grave, las tres jornadas de suspensión absoluta en 2004 a causa de los atentados del 11 de marzo. La de 1886 es la primera de las suspensiones y es considerada como la «huelga fallera». Ningún grupo de vecinos (por entonces no existían las comisiones como tal) fue capaz de asumir el arbitrio municipal de 60 pesetas que imponía un ayuntamiento que no veía con buenos ojos la fiesta, empeñada en expresar todo tipo de críticas a los gobiernos.

Si el año anterior fue tan sólo una las fallas plantadas, en aquella ocasión no hubo fallas en la ciudad. Se trata de un momento decisivo en la fiesta, pues ésta pudo haber desaparecido definitivamente. Las presiones por rebajar la cuota, que finalmente se quedó en diez pesetas, aumentaría a 19 las fallas plantadas al año siguiente.

Todavía en el siglo XIX se produjo otra cancelación. Decretado el estado de guerra en la ciudad tras una algarada antiamericana con las sublevaciones en Cuba como telón de fondo, dos años antes de su independencia definitiva, el ayuntamiento suspendió en 1896 una fiesta que estaba apunto de salir a la calle. El gobierno municipal, poco proclive a ayudar a una fiesta que todavía era incómoda, no escuchó la petición de traslado de fechas, una vez levantada la prohibición. La pandemia de «Gripe Española» no menguó las Fallas en el final de la segunda década del Siglo XX. De hecho, no sólo 1918, 1919 y 1920 se celebraron sin novedad, sino que la fiesta avanzaba hacia la que está considerada su primera edad de oro, con su consolidación como fiesta grande de la ciudad y estrenando su condición de reclamo turístico.

La Guerra Civil silenció las Fallas (más allá de algunos monumentos antifascitas plantados en el conflicto) durante tres años. La fiesta aún se celebró en el año 1936, cuatro meses antes del inicio de la misma. Sin embargo, hubo que esperar a 1940 para, sobre una ciudada arrasada, volver a ver cuarenta comisiones que iniciaban un tránsito de ochenta ediciones consecutivas, hasta llegar a este momento.