Con dos abrumadoras mayorías, la asamblea de presidentes ha aprobado, se ha resignado a, ha aceptado, o como se quiera decir, la decisión de que, a partir de ahora, ya no se hable más de Fallas 2020, sino de 2021. La liquidación definitiva del ejercicio, pactada por el ayuntamiento con el Gremio de Artistas y diferentes agentes de la fiesta, se ha saldado con un 98,93 por ciento de los votos a favor, dentro de la que es probable que sea la votación más participada de la historia contemporánea de la fiesta: 342 de las 382 comisiones. Con 338 a favor, tres en contra y una abstención.

Este resultado aún fue mayor en la votación para prorrogar la vigencia de las falleras mayores de València y cortes de honor. Ahí, el apoyo llegó al 99.12, en el que participó una comisión menos.

No siendo el escenario deseable, también queda el poso de que no había muchas más alternativas. A partir de ahí, las comisiones adquieren el compromiso de seguir apostando por la vertiente artística, de tal manera que se comprometen a invertir en los dos próximos años cantidades equivalentes al 75 por ciento de lo hecho este año.

El apoyo fue anoche bien recibido por el concejal de Cultura Festiva, Carlos Galiana, que destacó «el gran compromiso que las comisiones han mostrado durante toda esta crisis sanitaria, con un comportamiento ejemplar y exhibiendo la importancia que tiene el mayor tejido asociativo de nuestra sociedad. Las Fallas y el mundo fallero, como todas y todos ya sabíamos, ha estado a la altura en una situación excepcional».

Reelecciones y gestoras

La reorganización de la fiesta ha empezado con las elecciones de presidentes, mediante juntas telemáticas, y con el requisito previo de aprobación de cuentas del ejercicio anterior. Y la sensación que queda, a falta de una semana para la finalización del proceso, es que si la cancelación de las Fallas 2020 deja una sensación de parón y continuidad, lo mismo está sucediendo en los casales, donde se está imponiendo la continuidad de los dirigentes, un cargo en el que no se suele aguantar muchos años. La limitación de movimientos y la imposibilidad de articular candidaturas alternativas puede ser uno de los motivos por los que no se están produciendo demasiados cambios. Más allá de la sensación de no desestabilizar los colectivos y del apoyo a los vigentes.

A pesar de ello, cada vez está más impuesta la fórmula de la junta gestora, la presidencia mancomunada, que permite repartir el trabajo y las responsabilidades aunque, a efectos legales, uno de ellos es quien debe permanecer como responsable máximo.