El inicio de la segunda semana de junio se ha convertido en la fecha elegida, sin proponérselo, por los artistas falleros para alzar la voz. Se quejan de que la promesa de que se retirarían las fallas de 2020 continúa sin materializarse. De hecho, se calcula que la mitad de los trabajos están todavía en almacenes propios o arrendados. Y después de dos semanas en los que los camiones de Tragsa -que tiene que abonar la Generalitat Valenciana- no aparecen, los artistas muestran nuevamente su particular agonía. Por encima de todo, económica.

La causa es doble: los que tienen las fallas en los talleres propios reclaman disponer de espacio para empezar a trabajar, ya sea en fallas o en otros trabajos. De hecho, la actividad empieza a ponerse en marcha. Tanto para «mejorar» las fallas de 2020 que se plantarán en 2021 -que las hay- como para ir haciendo poco a poco las que se han firmado para 2022. En función al tamaño del local, se dispone de más o menos espacio, pero resulta evidente que es difícil ponerse a modelar con toneladas de falla embalada por todas partes.

Pero aún es peor para aquellos que, como suele ser habitual, cuando llegan los últimos meses de ejercicio alquilan naves para ir guardando el producto terminado antes de sacarlo a la calle. Ahora ya van por tres meses de alquiler abonado personalmente (salvo aquellos que han convencido a sus comisiones de ayudarles) y las fallas continúan generando un gasto imposible de repercutir en el cliente.

Dos tandas insuficientes

La sensación general es que la necesidad no se está atendiendo. La retirada a la que se comprometió la Generalitat se realizó en dos fases: una primera consistente en llevar a las «Arcas de Noé» (Feria València, Tinglados, Ciudad de la Luz...) las fallas que, en marzo, ya habían salido, con objeto de despejar las calles.

Y hace dos semanas, al levantarse el confinamiento, hubo una segunda tanda que no ha sido suficiente para alcanzar, ni de lejos, los objetivos. Más aún, las quejas de los artistas se extienden al impago del acuerdo por el cual el traslado con transporte autogestionado se abonaría lo más rápidamente posible. Algo que no se ha producido.

Se da incluso el caso de algunos artistas que ya han decidido no continuar con esta actividad profesional y que, mientras tanto, siguen teniendo que pagar estas naves. Otros, como el artista José Luis Sanchis de Onil tildaba el retraso en una «ruina total» y uno de los grandes, como Luis Espinosa reconocía que «tiene pinta de ir para largo». Razón por la cual en el colectivo se volvía a incidir en que la situación es de «ahogo».