«Esto es falla de 2022». «Esto es hoguera». «Esto es para 2021». No está escrito a lápiz, pero se supone que quien la lleva la entiende. Y método y orden son características que nunca han faltado en el taller de Manuel Algarra, donde se puede apreciar esa enorme paradoja, el galimatías artístico que, unido a la incertidumbre de futuro, están convertidos los talleres de los artistas falleros a día de hoy.

Faltan cuatro meses para la teórica «plantà». Esa que mucho tienen que cambiar a mejor las cosas para que tenga lugar. Si no, será en mayo, o en julio (en junio, con Hogueras por medio, se antoja difícil). Y si el remonte de la salud no llega del todo, para septiembre. Y cuando venga a darse uno cuenta, ya estaremos cerca de la «plantà» de ese marzo de 2022 donde, teóricamente, las circunstancias ya serán lo más parecido a lo que hemos conocido hasta ahora.

Tras los meses de confinamiento, y aún con reducción de trabajadores, los artistas empiezan a mostrar trabajos ya hechos. Algunos forman parte del «refuerzo», escenas suplementarias para las próximas fiestas. Y también empiezan piezas en proceso de montaje que se verán en 16 meses. Para las fallas de 2022 apenas hay bocetos desvelados (Pere María Orts, Pelayo-Matemático Marzal...), pero piezas, remates, elementos grandes, sí que empiezan a vislumbrarse.

Pero si hay una pieza que se espera con especial pasión, es la resurrección de la aviadora, la gran figura que debía ser el elemento distintivo de Cuba-Literato Azorín y que fue devorado por el fuego. De ella se han hecho ya modelos humanos, reproducciones a escala vendidas como obra de arte, camisetas, mascarillas... pero falta su particular renacimiento. Éste ya se está produciendo en el taller de Vicente Martínez Aparici. Cabeza y busto están ya modeladas. Hay tiempo para volver a sacar los rasgos, incluyendo esa emblemática banda roja que pasará por el ojo derecho. Muchas veces se han reproducido remates de falla para plantarlos en otra demarcación. Pero no para repetir ubicación al año siguiente. Tan sólo el Coloso de Rodas, hace ahora 50 años, en la plaza municipal.

En un taller todavía semivacío (lo que se salvó de la falla ruzafeña y del resto de obras de 2020 están a buen recaudo), Martínez Aparici asegura que la experiencia «no es fácil de explicar. Tienes ese sentimiento. La ves en taller y la recuerdas en la calle como un flash. Cuando vuelva a ver entrar esa cabeza encima de una góndola en la calle, más me va a tocar la fibra sensible. Es volver al sitio. Las vamos a vivir... imagínate. E imagínate la comisión. Nos dará alegría, pero a la vez es muy triste porque lo que nos ha tocado pasar...».

El artista de Burriana resume bien la situación que viven los profesionales. «Nuestra duda es no saber lo que tenemos que hacer. Trabajamos para el año 22, pero ese 22 está muy lejos aún. Y tenemos la incertidumbre del 21, que no sabemos qué nos van a dejar hacer. El fallero tiene su «ay» de otra manera: si van a dejar hacer ofrenda, reuniones, festejos... todos tenemos nuestra incertidumbre».

El taller de Mario Gual, que perdió el cuerpo central de Na Jordana, ya exhibe los característicos colores de «Miracle». Y Sergio Musoles también exhibe ya una parte importante de la reconstrucción de «Malamente», el cuerpo central que, condenado al fuego, fue sin embargo quemado por manos anónimas amparadas en el confinamiento.

La del futuro de los talleres es muy complicada, pero como lo es en tantos otros sectores productivos. Algarra asegura que una tabla de salvación importante «ha sido ese compromiso de las comisiones de invertir en 2021 y en 2022 por lo menos el 75 por ciento de lo que pagaron para 2020. Eso es una salvaguarda importante. El problema es que eso, en los pueblos, ha tenido poca continuidad y los talleres que trabajan en pueblos lo van a sufrir mucho más». Vender ninots, hacer reformas, adornos, pequeñas escenografías... aplicar los conocimientos técnicos a cachitos es lo que está ayudando a mantener subidas las persianas.

«Plantar y quemar, no»

Algarra asegura que la presión por poner la fecha de las Fallas de 2021 no es necesaria. «Con tener tiempo para contratar las grúas, el artista puede hacerlo. La decisión no se debe tomar ni ahora ni dentro de un mes. Cuando sea y que, materialmente, lo podamos llevar a efecto. Por ejemplo, en un calendario normal en marzo, podrían decírnoslo el 1 de marzo, y cuando digo esa fecha, puedo decir una semana antes. La movilización puede ser muy rápida». Lo que sí que tiene claro es que «cuando se plante, que sea en condiciones de plantar, estar y quemar. «Yo puedo poner mi obra y que se organicen las medidas, como un museo al aire libre». La base: «tenemos que pasar página. En los talleres vamos un poco a salto de mata».

Las fallas de 2021, sean cuando sean, estarán «enriquecidas». Sirva el dato: dicen las comisiones de Especial, Primera A y B (dicen porque así lo han declarado oficialmente) que la inversión en las mismas es de 200.000 euros suplementarios. Especialmente las tres más damnificadas por la quema de marzo.

Un comité de ayuda en peligro

Pero la cuestión tiene muchas aristas. No hay que olvidar que, conforme pase el tiempo, más riesgo de corre de que los talleres no se puedan sostener. En ese sentido, el portavoz del Gremio de Artistas Falleros, Ximo Esteve, lo advierte. «Los tres gremios estamos comprometidos a ayudar a plantar aquellas fallas que el artista haya cerrado. Pero si la situación se prolonga mucho y los talleres que cierran son más y más, nos podemos quedar sin capacidad para cubrir esa contingencia». Porque el artista cesante está obligado por contrato a plantar la falla «pero la infraestructura, las herramientas... si cierra, cierra».