«Mi intención es mostrar una realidad omitida, algo que existía antes de la pandemia». Y el resultado es una lista pavorosa. A bote pronto, 183 talleres falleros han cerrado desde el inicio de la crisis económica de 2008. O, si no es un cierre físico del taller, sí que es abandonar la labor creativa, ser el autor y responsable de una o varias fallas. Es la revelación, en forma de lista, que ha elaborado Rodrigo Núñez, uno de los artistas tradicionalmente críticos con la situación que vive el colectivo profesional. Una lista que ha contado con la colaboración de Ángel Romero -responsable de Cendra Digital- y que ha pasado por diferentes filtros.

El resultado, con todo, no puede ser más indicativo de la precariedad de este sector laboral: una profesión que se convierte en efímera en muchos casos. O al que la crisis ha provocado la finalización de la carrera de firmas de prestigio en la fiesta.

Siendo terrible, aún puede serlo más cuando se confirmen los daños ocasionados por la pandemia. Porque el sector aún no ha empezado a confirmar los cierres definitivos de talleres más que en algunos casos contados. Hay que tener en cuenta, en ese sentido, que los autores de fallas de 2020 tienen sus obras finalizadas y guardadas. El sostenimiento de los gastos fijos, con el recorte de ingresos (los de València van a cobrar en dos años el dinero de año y medio) llevará seguramente al cierre de más talleres. Tanto es así, que el portavoz del Gremio, Ximo Esteve, ha anunciado que «entre los tres gremios profesionales se creará un equipo de plantà para aquellos profesionales que puedan verse obligados a cerrar el taller y así ayudarles a plantar. Porque si un profesional cierra, pierde desde las escaleras a las herramientas a la pintura para ese último retoque. Y cuanto más se tarde en plantar en 2021, más problemas nos encontraremos».

Listado falleros

67 supervivientes en diez años

Es el de artista fallero un oficio fluctuante. En el pasado Extra de Fallas de Levante-EMV también se incidía en esta situación: en los últimos diez años habían entrado en el mercado de autores de fallas grandes más de 75 nuevos artistas, agremiados o no. Pero lo más llamativo es que tan sólo 67 han sido capaces seguir firmando fallas.

Rodrígo Núñez va más allá con ese futuro que viene. «Varios artistas han anunciado ya su retirada o cierre, pero de momento no los he incluido hasta que sea definitivo. Varios estamos en un limbo de incertidumbre, otros ya tienen alternativa laboral y un pie fuera de las fallas».

Algunos fueron autores de forma esporádica, por vivir la experiencia. Otros lo dejaron por enfermedad y otros por falta de competitividad. Otros están refugiados en poblaciones y en muchos casos una simple renuncia para no malvivir.

La crisis de la covid llega sobre un sector que tocado por el propio colapso de su sistema. El diagnóstico es de Alejandro Santaeulalia, autor de la falla municipal: «En prosperidad económica, los presupuestos subieron y los volúmenes también. Pero cuando los presupuestos bajaron con la crisis, la contraprestación de trabajo no bajó en la misma proporción. Es un problema, fundamentalmente, nuestro, que no hemos sabido adecuar la relación entre ingresos y gastos. Me ha pasado a mi y creo que prácticamente a todos». Porque, como ayer mismo decía Manuel Algarra, «yo soy artista fallero y lo que quiero es vivir de hacer fallas. Si empieza a verse que en otras artes aplicadas se gana más dinero, las fallas pueden convertirse en algo muy secundario.

No todos los casos son artistas profesionales dedicados por entero, con empleados a su cargo. Por sus especiales características, firmar una falla puede llegar a formar parte de una experiencia personal, puntual. Un proyecto fallido.

Se ha tratado de capear el temporal abaratando costes de personal y cargándolos a uno mismo. Sábados y domingos y fiestas de guardar. «Antes de cerrar el taller, me salió el cómputo de que, en un año, había trabajado un año y medio de jornadas laborales» era el cálculo que hacía un artista tan exitoso como Guillermo Rojas, quien viró su vida profesional a otros campos.

Muchos de ellos se han reconvertido en subcontratados de otros artistas. Posiblemente, los casos más evidentes de ello son ganadores de Sección Especial como Paco López Albert o Miguel Santaeulalia. Esta fórmula es la que buscan no pocos artistas: la seguridad de trabajar para un tercero y simplemente cobrar. Porque ese es un aspecto en el que siempre se ha incidido y que reconoce Santaeulalia: «hay que ser artista y administrador. O tener alguien que te ponga freno».

El presente es una incógnita. Los artistas han ido sorteando la pandemia a base de Ertes, de la promesa de los contratos por la fórmula 75%+75% para hacer o reforzar las fallas de 2021 y 2022 (comprometiéndose las comisiones a abonar el 75 por ciento de lo que pagaron en 2020) y echar mano a sus habilidades profesionales, desde figuras decorativas a reformas de obra. Peor lo tienen los artistas que plantaban en poblaciones. Raúl Martínez reconocía que «salvo en València y en algunas poblaciones puntuales, no ha habido ni subvenciones ni contratos de dos años. No ha habido ningún ente que regulara y protegiera el patrimonio cultural» aseguraba esta semana en Les Converses a la Nau. Aportando otro aspecto. «Muchos profesionales especialistas están desapareciendo. Y como tienen capacidad para maniobra, se han alejado. Hay una fuga de profesionales que ya no puedes recuperar. Donde antes tenías un especialista en carpintería artística, hoy está en una empresa de plásticos. Y ni se plantean volver». Un futuro muy incierto. «Muchos talleres han decidido esperar a ver qué pasa con 2021. Tenían la esperanza de volver a firmar, pero en las fechas que estamos, aunque hay cierta luz con la vacuna, hay mucho pesimismo». 183 autores ya no cuentan ni con el pesimismo.