Reinvención. Es una de las palabras más extendidas en los oficios más afectados por la pandemia. Y entre ellos, el de artistas falleros. Durante estos meses, los profesionales han demostrado su versatilidad. Y no ya en artes aplicadas más o menos previsibles dentro de sus habilidades. También en otras más alejadas como las relacionadas, por ejemplo, con la vivienda.

Pero hay más para poner en juego la capacidad de asombro. Y, a la vez, la capacidad de versatilidad y adaptación de las habilidades técnicas.

"Se hizo todo por rodillo y el bordillo con brocha. Con pintura de señalización". El de Palacio y Serra (Luis Palacio y Pepe Mas) es uno de los talleres más grandes de todo el panorama de arte efímero. A lo largo del año salen de su nave numerosas fallas, y también elementos decorativos. El más famoso, sin duda, el reno Rudolph que tantas veces ha lucido en el Covent Garden londinense y que este año ha servido de adorno en Gandia. Pero el rodillo, la brocha y la pintura de señalización fueron para "pintar un carril bici". En Xiva. "No le hacemos ascos a nada. Hay que reinventarse a la carrera" aseguran en el taller de Diamús donde, entre pintura y pintura, se siguen elaborando fallas "con la incertidumbre de las fechas que son, que luego no pueden ser...". El pasado mes de diciembre, por ejemplo, pintaban la fachada del ayuntamiento de Albal. "Estamos cambiando puertas en los pisos, pintando pisos, fachadas, - rotulando a mano y en nuestro tiempo libre... seguimos construyendo Hogueras y Fallas.