Justo en estos días, Consuelo Llobell y Carla García emprendían hace un año una experiencia, cuanto menos, especial. De la mano de Levante-EMV, viajaron a Suiza para realizar, por primera vez en la historia de este cargo, una visita a Naciones Unidas.

Recordar es revivir. Quién nos iba a decir los acontecimientos que, poco después, irían produciéndose. Pero ahora nos trasladamos en el tiempo. Un tiempo más despreocupado. Durante casi tres días compartimos una vivencia que, esperamos, deseamos, forme parte de sus recuerdos más entrañables. De las dos.

Este es el relato de aquel viaje. De un tiempo que, seguro, volverá. Ahora, con la pespectiva del tiempo, cobra doble valor.

Las Fallas valen la pena. Y su gente, también.

Las Fallas no pueden moverse fácilmente. Su gente sí.

Las Fallas no pueden hablar de lo que son. Su gente puede explicarlo.

Cada año, la gente de las Fallas elige dos personas que, dicen, las representan. Y en la era moderna, con los cambios que ha ido sufriendo esa sociedad, lo hace con personas más expertas en la vida, especialmente en el caso de las adultas (las niñas se mueven en una banda de edad obviamente inamovible). Es el momento adecuado para decirle a todo el mundo, a todo el mundo que quiera escucharles, lo que significa una fiesta reconocida también en todo el mundo. Y lo seguirá siendo cuando las cosas vuelvan a una normalidad en la que nos habíamos acomodado y en la que veíamos pasar, más o menos felices, la vida.

A decirlo y en todo el mundo. Desde hace cinco años, y coincidiendo con el «momento Unesco», Levante-EMV apostó por dar un salto. No nos quedemos en nuestras cuatro paredes. Que son muy buenas, es cierto. Pero las burbujas, las cúpulas de cristal, nunca son buenas consejeras.

Y decidimos que, con jóvenes sobradamente capacitadas, con el momento ideal para ello, podíamos recorrer el mundo y mostrarnos. Que buena falta nos hace.

Si creen en ello, continuamos.

Así, durante los cuatro últimos años fuimos recorriendo, sucesivamente, Paris, Venecia, Londres y Atenas. Con Alicia, Sofía, Raquel, Clara, Rocío, Daniela, Marina y Sara.

La experiencia 2020 nos ha llevado, posiblemente, al lugar más alto en el que nunca han estado dos falleras mayores de València.

Cuando quitemos esa broza vírica, molesta, pero real, que nos ha asolado y sigue haciéndolo, podremos ver qué había pasado hasta entonces. Y entonces recordaremos cómo, mediado febrero, cuando vivíamos con más optimismo, (todo transcurrió a velocidad de vértigo, en caída libre, pero no entonces), pudimos escribir este titular:

«Las falleras mayores de València 2020 visitan las Naciones Unidas».

Suena bien, ¿no? Hace unos años se puso en valor el concepto: «Embajadoras». Y la seguiremos poniendo en valor cuando volvamos a ser normales.

Una idea que, ciertos días a mediados de febrero de 2020, cobraron más valor que nunca cuando ambas fueron invitadas por la Representación Española ante las Naciones Unidas y Organismos Internacionales a visitar, con todos los honores, el edificio central en el que todas las naciones del mundo intentan ponerse de acuerdo en los aspectos sociales que más preocupan. La salud, los refugiados, la solidaridad...

Levante-EMV promovió el viaje. Junta Central Fallera lo secundó. Pero habría sido imposible sin las gestiones de la Representación Española. Carla y Consuelo pasaron por las salas en las que se debaten las realidades del mundo como unas delegadas más. Llamando la atención, sin duda. Haciendo que no pocos delegados, muy atareados y muy fríos ellos, alzaran la mirada. Y provocando que ambas tuvieran que contestar en más de una ocasión quienes eran. «Ambassadors from the city of València».

Y quien más creyó en la idea y el concepto, sin duda, esa delegación de españoles y españolas que, muy lejos de casa, tratan de aportar su granito de arena. España es un miembro activo y convencido de las Naciones Unidas. No pone las cosas difíciles (como otros). Todo lo contrario.

Consuelo y Carla, como falleras mayores, han realizado todo tipo de visitas institucionales. Ellas tienen una más en su mochila: a la más alta representación del Estado ante los organismos internacionales.

Las recibieron en la sede española, donde todos los allí presentes quisieron verlas y se sintieron felices a su lado. Especialmente una joven, Rosa Orient, fallera de Mosen Josep Cuenca-Pinedo. Se hizo una foto con ellas. «Esto, cuando ahora se lo pase a mi madre, se queda muerta». Una fallera viviendo en Suiza que se encuentra con las falleras mayores de València. Lo más natural del mundo.

Don Cristóbal González-Aller las recibió en su despacho. Le entregaron las dos obras emblemáticas, el Libro Oficial Fallero 2020 y el Libro del Patrimonio. Les preguntó por lo que significa la fiesta y lo que significa el cargo. Y se mostró exquisitamente amable y atento.

Con la representación española ante los organismos internacionales

En medio de las rutinas institucionales, tanto el embajador como todos los funcionarios allí presentes agradecieron y disfrutaron con la presencia de ambas. Días después todavía nos lo recordaban como uno de esos momentos entrañables, basados en el convencimiento.

Pero la delegación española no se conformó con eso. Consuelo y Carla recibieron tratamiento de autoridad. Fueron llevadas en coche oficial y tuvieron como guía en todo momento al canciller Juan Francisco Cenzual.

Y también se unió durante una de las jornadas, el consejero diplomático Emilio Pin, de Burriana y, durante unos años, fallero. Hubo oportunidad de hablar con él de una fiesta tan cerca y tan lejos, la relación con la Reina fallera de su ciudad este año... el pañuelo del mundo.

Dos días visitaron las salas. Uno, para conocerla y empaparse de su historia. Otro, para hacer la visita y las fotografías.

El espacio emblemático, sin duda, la Sala de los Derechos Humanos y la Alianza de las Civilizaciones, donde ambas admiraron el impresionante techo de Miquel Barceló. Rodeadas por el parlamento, con el nombre de cada país y de cada entidad participante (Consuelo se fijó en el de la Organización Mundial de la Salud. El Coronavirus estaba en fase iniciática y aún no amenazaba a las Fallas), miraron hacia arriba para asombrarse del siempre cambiante aspecto del techo. Ese que, promovido y sufragado por el Gobierno de España, está considerado como «La Capilla Sixtina del Siglo XXI». Inaugurado en su momento con debate y polémica pero que, en la actualidad, es considerado una obra de arte excelso.

Allí se produjo uno de esos momentos mágicos. Carla y Consuelo subieron al atril, ese desde el que se pronuncian tantas intervenciones básicas en la vida de las personas.

Y allí ensayaron la Crida que iban a pronunciar tres semanas después. Qué especial resulta cambiar «desde las Torres de Serranos» a «Desde esta sede de las Naciones Unidas».

REVIVE AQUÍ EL ENSAYO DE LA CRIDA ESDE EL ATRIL DE LAS NACIONES UNIDAS

De la mano del canciller Cenzual –no pudimos tener mejor ni más entregado cicerone– fueron conociendo cada uno de los regalos que adornan los pasillos. Y también objetos que demuestran que no todo es fácil. Como la bandera, mejor, los retazos de bandera rescatados del atentado a la sede en Argelia y que se recuperaron en memoria de los que allí dejaron su vida mientras trabajaban por un mundo mejor.

También impresiona la sala Francisco de Vitoria. La otra gran aportación española, en tiempos de la antigua Sociedad de Naciones. Sala de los Consejos, con unas alegorías contra la guerra y a favor de la paz. El esfuerzo de los hombres por un mundo mejor, truncado en aquellos lóbregos años treinta, que reflejan, con un tremendo mensaje de desafío contra la guerra, las pinturas murales de José María Sert.

Un esfuerzo que, apenas unas semanas después, empezaríamos a ver en aquellos hombres y mujeres buenos que luchan y lucharán por devolvernos a la normalidad.

Tras ser invitadas a almorzar en el comedor de autoridades por gentileza de la Representación Española, había que dar por finalizada la visita.

No podíamos abandonar la sede ginebrina sin la foto más emblemática. La nunca vista. Sin importar las bajas temperaturas (Ginebra es Ginebra y en febrero aún más y aún así fue altamente respetuosa con dos falleras vestidas en manga de farol). Flanqueadas por todas las banderas. Laos, Trinidad y Tobago, Bélgica, Costa Rica, Nepal, Islandia, España, San Vicente y Granadinas, Eritrea, Suecia, Esuatini, Eslovenia, Níger... la guardia de honor global de mástiles, colores y sentimientos. También, al otro extremo, la Esfera Armilar, icono imprescindibles.

Como remate, una imagen icónica de lo que es la parte ginebrina de Naciones Unidas: la Broken Chair, la Silla rota. Esa gran "cadira" con una pata escobillada, que recuerda aquellos cuerpos, cuando no vidas, segados por las minas antipersona. No era foto para sonreír. Consuelo y Carla extienden la mano. Ni una más.

Hubo tiempo para callejear. Para obligar a la gente a levantar la vista. Para escuchar: «son falleras de València». Para comprar chocolate. Para contemplar el Jet d'Eau, el Parc des Bastions, con sus ajedreces gigantes, el Jardín Inglés, con su imprescindible reloj de flores o el Banco de la Treille, vanagloriado como el más largo del mundo. Carla se lo recorrió mientras razonaba: «oye, que no es un solo banco, son muchos unidos». 

Ginebra es ciudad bulliciosa, pero con su punto de sostenibilidad. Fresca y húmeda, rodeada de montañas nevadas y presidida por el cristalino Lago Leman, cuyo emblemático Pont du Mont-Blanc, con las banderas del cantón y del país -la cruz blanca sobre fondo rojo‑.

Así contamos el viaje en el vídeo oficial

A lo lejos (a veces la niebla lo permitía, a veces no), la silueta del pico más alto de Europa, el Mont Blanc. La ciudad, para ser febrero centroeuropeo, respetó a Carla y Consuelo. Apenas una fina y ocasional lluvia. Estudiantes españoles miraban y sonreían: sabían lo que estaban viendo. «Mira, dos falleras. ¿Qué hacen aquí?».

Despojadas ya de sedas y aderezos, (Carles Ruiz las había puesto a punto a primera hora de la mañana) el canciller Juan Francisco Cenzual todavía las llevó a que degustaran una «fondue» en un restaurante en el que los hombres que dirimen competencias en los grandes foros internacionales. «Cuando llegan aquí, todo se olvida». Qué buena metáfora para el Bando de Fallas o la Asamblea de Presidentes.

Carla y Consuelo vivieron una experiencia nueva. No queremos decir única, porque eso lo deben decir ellas. Seguro que mejor que las que se avecinaban. Pero todo paso que hagamos es importante. Gana Consuelo, que nos prestigia con su presencia. Gana Carla, que se vistió de adulta sin serlo. Y gana la fiesta. Ganan las Fallas.

Días después, en un intercambio de correos, recibimos este mensaje:

«Toda la gente a las que habéis conocido en Ginebra estaban encantados de vuestra presencia, sinceramente habéis dejado la imagen de Valencia y de las Fallas muy por lo alto. De matrícula de honor».