Las Fallas debían haberse celebrado hace un mes. Sin embargo, en lugar de festejos hubo deseos de regreso. Bajo el lema «Tornarem» se llevaron a cabo dos acciones: la pintada masiva de un lema en las calles y plazas donde se plantan los monumentos y una escultura que recordara la pervivencia de la fiesta.

Un mes después, las acciones de recuerdo tienen un paradójico destino. La que estaba llamada a perdurar menos permanece firme y la que tenía carácter más permanente empieza a necesitar una reforma.

Las pintadas en la calle, a pesar de las inclemencias del tiempo y del tránsito de vehículos, siguen siendo bien visibles y dan la sensación de que todavía durarán bastantes semanas antes de que empiecen a desdibujarse.

Sin embargo, la obra escultórica empieza a mostrar signos de deterioro, especialmente en el pedestal del mismo, que aparece cuarteado y desteñido. En un estado ya impropio de un símbolo de la fiesta fallera o de la propia plaza municipal.

La causa se debe fundamentalmente al tipo de material y a la disposición de la obra: está en ligera bajada, lo que ha provocado que, en las ocasionales lluvias, el agua se haya acumulado en una única zona.

La ubicación de la escultura ha generado no poco debate, puesto que el hecho de ponerla donde se planta la falla municipal genera que esté rodeada de antiestéticas vallas de color amarillo, además de no haberse embellecido la parte inferior, a ras de suelo, por lo que se ven tanto las patas de la misma como uno de los apliques de distribución del butano. A escasos metros, en el recinto interior de la plaza, donde se dispara la «mascletà», otro símbolo, la cuenta atrás del campeonato de Europa de baloncesto, resiste el paso de los días con mucha mayor suficiencia.