La pirotecnia tiene su particular santuario, al menos teóricamente, en la ciudad de València, donde se disparan algunas de sus manifestaciones más importantes y características. Sin embargo, ningún elemento artístico lo recuerda en ninguna calle o plaza. Un monumento a la pirotecnia, en cualquiera de sus formas, es desde hace años uno de los recurrentes objetos de debate. Ochenta años después de que la plaza municipal empezara a escuchar los estruendos a mediodía, València sigue sin disponer de algún tipo de monumento que lo recuerde. A pesar de todos los proyectos, declaraciones de intenciones y reivindicaciones que, a lo largo del Siglo XXI, se han escuchado o leído.
Una situación que es significativa si se recuerda que Paterna ya dispone de una escultura dedicada a los «coeters». O que la ola de calor aplazara la inauguración de otro en la población de Bétera.
Ahora, la población de Cúllar Vega de Granada acaba de inaugurar una escultura dedicada a su Fiesta del Resucitado. También conocida como la «Procesión de los Petardos». Y está representada por la manifestación pirotécnica más propia de la ciudad de València y característica de la fiesta fallera: el «tro de bac». Allí hubo un momento en el que decidieron importar el petardo de impacto para acompañar al Cristo. Hasta el punto que ya es su seña de identidad. Cada año encargan cientos de cajas a la Pirotecnia Zarzoso y sus festeros, como aquí, tienen que pasar el cursillo CRE. La escultura, de Venancio Sánchez, muestra a un padre y su hija, calcando el disparo fallero, cubiertos con pañuelos y gafas (y disparando él, porque los menores no pueden hacerlo, legislación en la mano). Una escena que recuerda la «macrodespertà» del 1 de marzo. Ya el pasado mes de enero, en la protesta del sector pirotécnico, la pirotecnia Zarzoso se quejaba de que «En Granada disparamos en abril mil cajas de ‘tro de bac’, pero aquí seguimos guardándolo». Y lo pudieron disparar. Ahora también lo honran en bronce.
