No es nada extraño superar los 30 grados un 28 de agosto en pleno centro de València. Sin embargo, la imagen deja de ser habitual si, al recorrer las distintas calles de la ciudad, los vecinos y turistas se encuentran la mayoría de fallas casi plantadas, los «ninots» envueltos en plásticos y muchas de las calles están cortadas al tráfico. Esta estampa, típica del mes de marzo, es la que vive València a escasos días de la celebración de estas fiestas tan extrañas debido a la pandemia ocasionada por el coronavirus.

Bañistas en la playa de la Malva-rosa. f.bustamante

Lo que no ha cambiado estos días es la realización de «selfies». Aunque, esta vez, las sonrisas se esconden detrás de las mascarillas, que son obligatorias en todo momento al visitar los monumentos. Sin embargo, todavía hay algún despistado que desconoce esta normativa que entró ayer en vigor por parte de la Conselleria de Sanidad Universal y Salud Pública. «Por eso yo no visitaré las fallas, solo pasaba por aquí», señalaba una pareja delante de la falla Convento Jerusalén.

Dos mujeres fotografían una falla. f.bustamante

A pesar de la utilización del tapabocas, los ojos y la expresión de los presentes ponen de manifiesto su sorpresa y admiración ante esta muestra de arte efímero presente en las distintas calles.

Los autorretratos se multiplican ante la figura de La Meditadora, situada en la plaza del Ayuntamiento, lugar que, por primera vez en la historia de las Fallas, es peatonal.

Este monumento se ha convertido en un símbolo de la fiesta fallera y, sobre todo, de la resiliencia de todos los sectores vinculados a las Fallas. Por ello, varias personas intentan acercarse el máximo posible al «ninot» principal para fotografiarlo, ya sea en solitario o junto amigos y familiares, y, así, guardar en el recuerdo una imagen que esperan que no se vuelva a repetir.

No obstante, las altas temperaturas han comportado que muchos de los turistas y vecinos de la ciudad decidan aprovechar los últimos días del mes de agosto y, probablemente de sus vacaciones, para refrescarse en las playas o piscinas más cercanas. De este modo, muchos de ellos se resisten a cambiar la toalla y el bañador por los blusones y «mocadors». Así, la estampa casi vacía de las calles de València contrastaba ayer con las playas llenas de gente bajo las sombrillas.

Esta situación beneficiaba a los artistas falleros, quienes, a diferencia de la situación que viven en marzo, poseían mayor espacio para repartir los «ninots» y materiales necesarios para terminar con la «plantà» de los distintos monumentos debido a la ausencia de gente.

A pesar de la escasa presencia de personas en las calles, las comisiones se preparan para el posible aumento de visitantes, tanto locales como nacionales e internacionales, durante los próximos días, y coincidiendo, además, con la realización de algunos actos falleros como la Ofrenda o la entrega de premios y la suspensión de la fiesta fallera en otras localidades. Por ello, han puesto en marcha un protocolo Covid-19, en el que se expondrán las medidas que se deben cumplir para acceder al recinto.

Por otra parte, también se esperaba mayor presencia de visitantes durante las últimas horas de la tarde, cuando el sol se esconde y disminuyen las altas temperaturas. Este fin de semana, València pretende tenerlo todo a punto para encender la mecha y dar inicio a la semana fallera más atípica de su historia. Se trata de una prueba de fuego contra el coronavirus y, sobre todo, una posibilidad para demostrar al mundo la responsabilidad de todos los falleros y falleras y, así, exponer que ni el calor ni la pandemia pueden derribar esta fiesta que está hecha de otra pasta y que siempre es capaz de renacer de entre las cenizas.