Las llamas para incinerar la pandemia tomaron ayer la plaza del Ayuntamiento de València. Una imagen histórica. Un símbolo de cierre de ciclo, un acto anhelado, comentado y muy esperado. La cremà de las obras municipales de las Fallas 2021. Un hito clave que este año fue a puerta cerrada para evitar aglomeraciones. Unas fiestas celebradas de forma excepcional en septiembre que pasarán a la historia por enmarcarse en una pandemia mundial. La Falla Infantil, «Saps qui sóc?,També!» de los artistas Ceballos y Sanabria aguardaba paciente frente al ayuntamiento antes de ser quemada, como quien sabe cual es el destino al que se dirige.

El concejal de Cultura Festiva, Carlos Galiana, los artistas y miembros de la corporación aguardaban cuando quedaban quince minutos para las nueve a la corte infantil y su Fallera Mayor, Carla García que, nada más llegar ante la falla, emocionadas, dejaron caer las primeras lágrimas con la certeza de que esa sería la última vez que verían el monumento entero. La noche de ayer estaba minuciosamente planeada. Con una rigurosa puntualidad, solo dos minutos después de las nueve, el Foc Penat, el murciélago de paja y arroz y en 3D salió disparado desde el balcón del Ayuntamiento al monumento efímero que se hundió en colores y olor a pólvora con su impacto, para después formarse una cortina de luces que darían comienzo a la cremà de la falla infantil. 

Con esta en llamas, se inició la música de acompañamiento que emocionó todavía más, si cabe, a las falleritas de la corte y a Carla García, quienes no pudieron contener las lágrimas de la emoción.  

La plaza del Ayuntamiento se inundó de fuegos artificiales y luces de todos los colores y el sonido de la mascletà recién disparada emanó aquel sentimiento de melancolía en el lugar donde antaño se disparaban las pirotécnias más cotizadas de la Comunitat Valenciana. El espectáculo del fuego estaba servido y la noche solo acababa de empezar. 

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La Meditadora, devorada por las llamas Fernando Bustamante

Tras un descanso en el que ardieron los monumentos vecinos del ágora valenciana, y poco antes de las once de la noche, la hora prevista para que La Meditadora, la célebre falla grande municipal, ardiera en llamas, entró en escena la Fallera Mayor de València, Consuelo Llobell, seguida de su corte de honor. No lo hicieron solas ni en silencio. Cientos de voces se escuchaban gritar: «¡Viva la Corte, viva la Fallera Mayor!» y esas voces se fundían después en aplausos al tiempo que las representantes de la fiesta hacían su entrada en el edificio municipal. 

Un icono que ardió con rapidez

Con la misma templanza que en el día que la conocimos, la ya célebre Meditadora esperaba, paciente al mensaje que poco después lanzó Consuelo Llobell desde lo alto del balcón: «¡València, comença la cremà!». Luces, fuegos artificiales y un ritmo sonoro y visual que se mimetizaba a la perfección con un momento tan esperado por todo el mundo fallero, dio paso al rito más importante. El final de una etapa y el principio de otra. En apenas quince minutos, el busto de La Meditadora, que tanto ha acompañado a los valencianos durante estos meses tan duros, se despidió ayer entre las llamas de una cremà especialmente emotiva en la Plaza del Ayuntamiento de València. 

La estructura de la cara que se vio afectada el día de la plantà por las fuertes lluvias y ráfagas de viento registradas en la ciudad fue lo que primero cayó, dando inicio a esas llamas que consumirían finalmente toda la obra diseñada por Escif y los artistas falleros José Ramón Espuig y Manolo Martín.

El remate de la falla municipal se desvaneció ayer de la misma forma que llegó, enviando el mismo mensaje, una llamada a la paciencia, la resiliencia, la fortaleza de todo un pueblo ante las adversidades. «Açò també passarà», es el lema de una falla que pasará a la historia. Un mantra que popularizó La Meditadora cuando llegó en el mundo fallero y en la sociedad valenciana en general. Y esta misma esencia se queda ahora que ella ya no está.