«Cobra una especial importancia que podamos volver a encontrarnos en el hemiciclo del Ayuntamiento» dijo el alcalde Joan Ribó en la proclamación de Carmen Martín Carbonell y Nerea López Maestre como falleras mayores infantiles de València. Y tanto. Como que las imágenes de ayer, aún distorsionadas por mascarillas, recintos extraños (el salón de Cristal se convirtió en el espacio para que los padres de las 26 falleras vieran el acto), ausencia de banda de música, y otras piedras que aún quedan en el camino, van trayendo recuerdos de lo que, algún día fue. Entre eso y nada, el que quiera ver la botella medio llena, o incluso a tres cuartos, tiene razones sobradas para ver con esperanza el futuro. No hace tanto tiempo atrás, las Fallas no tenían nada, nada, nada. Ahora ya tienen falleras mayores y cortes de honor. Y proclamadas. Y alfombra, y guarda de honor, discursos, apreturas, expectación, dotoreo de indumentaria, escrutinio de expresiones... la dinámica casi habitual del falleramayorismo, un elemento cohesionador y socialmente indispensable para que la fiesta tenga el nivel de calidad que atesora.

Había referencias de sobra para recordar que estamos ante un nuevo tiempo. Que empezó no hace tanto. «Es inevitable pensar en todo aquello que hemos vivido durante los últimos meses. Momentos de anhelos e ilusiones, pero también de frustraciones y decepciones. Finalmente, el esfuerzo del colectivo fallero, como el del conjunto de toda la sociedad, nos permitió celebrar las Fallas y cerrar un ciclo. Y lo hicimos cuando pudimos y como pudimos, con la máxima responsabilidad» aseguró el alcalde.

Pero, a la vez, retomó el dicurso de «repensar la fiesta». «La fiesta, como la sociedad que la celebra, ha de saber adaptarse a un entorno cambiante y ha de abrir nuevas perspectivas».

«Afortunadas y agradecidas»

En la proclamación de 2020, Consuelo y Carla estrenaron la fórmula de pronunciar ellas también unas palabras. En esta ocasión, Carmen apeló a la felicidad y la fortaleza. «Nos sentimos afortunadas y agradecidas por empezar a vivir un año de sueño, posible gracias al incansable trabajo y esfuerzo de las diferentes administraciones y del colectivo fallero, que han hecho posible la celebración de las Fallas en septiembre. Unas fallas que han demostrado que falleras y falleros estamos hechos de un material incombustible y eterno, capaces de levantarnos ante las adversidades y ser espejo donde puedan reflejarse todas las fiestas culturales a escala nacional e internacional».

Lo mismo que Nerea: «Me siento como si me hubiesen tocado con una varita mágica y después del mal sueño de la covid, estuviera volviendo a tomar color», recordando especialmente a todas aquellas que han sido falleras mayores en 2020 y 2021 «por su fuerza y espíritu de superación».

Y, tal como se decía en los antiguos modos protocolarios, con el alma puesta en el futuro (que alma, a los falleros, tienen de sobra), todo vuelve a empezar. Casi como si no hubiese pasado nada. Aunque ha pasado.