La Ciudad del Artista Fallero albergó ayer la última falla del año. La que elaboran los alumnos de primer curso del ciclo formativo. El «Pi de Nadal» se alzó y quemó ante la mirada de un reducido grupo de artistas falleros que todavía residen en este distrito -los planes de revisión del barrio, con construcción de nuevas naves no causa un entusiasmo desbordante porque se fía para largo-. Y la sensación general es que se vuelve a la casilla de salida en cuanto, dentro de tres meses, se quemen las fallas de 2022.

Profesores y estudiantes, tras la «plantà». | M.D.

El escenario es el de «partir de cero completamente» y «con mucho menos dinero» recordaba el maestro mayor Paco Pellicer.

El próximo mes de marzo se presentarán en la calle unas fallas, teóricamente, más grandes de lo normal porque deben incluir una buena parte del compromiso adquirido por las comisiones de falla de invertir en dos años el equivalente al 150 por ciento de lo que pagaron para 2020. Por lo que el ejercicio de teoría dice que serán fallas más grandes de lo habitual. Ya de por sí desmesuradas.

Pero de cara a 2023, el escenario teórico cambia sustancialmente. Las comisiones ya no recibirán ayudas extraordinarias del ayuntamiento más allá del 30 por ciento. Ya no habrá otro 30 por ciento suplementario, aunque la Sección Especial sigue reclamando que pervivan las ayudas extra. Sin un compromiso a dos años y sin subvenciones, con censos menores que antes de la pandemia, el escenario más que previsible es que habrá mucho menos dinero en circulación. Y para la falla.

«El año que viene va a ser duro o muy duro porque va a haber mucho menos presupuesto» asegura Pellicer. «Y porque volvemos al escenario de 2019, que para el artista fallero, hay que recordarlo, era muy malo. La comparativa con marzo de 2022 será muy falsa». La solución que apunta es tratar de resetear. «Partir de cero en todo. Pero será difícil. Llegará un señor que dirá que tiene este dinero. Las calidades que le dará el artista serán tan buenas como siempre. Pero hay que hacer una reflexión general. El fallero, de que no puede seguir viendo fallas tan grandes. El artista, que todos deben tener claro que, para sobrevivir, no hay que poner falla por encima de la lógica».

El panorama lo ve engañoso. «Las fallas van a ser perfectas y gigantes. Eso al turista le puede gustar mucho. Pero el que tiene que pagar la falla se dará cuenta que ya no puede hacerlo otra vez porque se le acaba el dinero y el que la hace se dará cuenta que no puede resistirlo».

Administrar el dinero que haya

La Sección Especial aboga porque, de cara a 2023, todavía haya ayudas oficiales más allá del 30 por ciento. «A los que trabajamos nos conviene que haya dinero, pero nosotros también debemos ser capaces de administrarlo. Si, finalmente, las fallas nos contratan por cien y gastamos ciento uno, mala cosa». Precisamente, la máxima categoría suena clave a la hora se frenar los excesos. Por efecto dominó. «Si la Especial consigue atemperar sus volúmenes y sus costes, las demás lo entenderán y podremos llegar a ese equilibrio que, de verdad, nos permita hacer fallas y no arruinarnos».