Como cada 18 de marzo, Cristina se hubiera vestido para desfilar en la ofrenda y llevarle las flores a la Virgen. En persona no lo pudo hacer —fue asesinada por su pareja en el mes de diciembre, víctima de la violencia machista— pero sus amigas de la comisión Maestro Gozalbo-Conde Altea, lo hicieron por ella. Suya fue la idea y la comisión, sin dudarlo, apoyó la propuesta.

Una de sus amigas ellas fue la encargada de portar el ramo de rosas blancas. Todo un símbolo, como lo fue en la concentración en la plaza del Ayuntamiento tras su asesinato. Pero ahora convertido en un gesto de recuerdo, amor y cariño hacia su amiga.

«No están siendo unas fallas nada fáciles para ellos», confesaba Aurelio, el presidente. «Les unía una grandísima amistad y, evidentemente, estos días la recuerdan muchísimo». Reconoce que los once eran «una piña». 

Al llegar a la plaza, lo depositaron a los pies de la virgen. Lo hicieron discretamente, sin hacer alarde de nada. Solo querían que un año más, como todos los anteriores, su amiga hiciera la ofrenda. Gracias a ellos, su ramo viste el manto de flores porque Cristina no faltó a su cita con la virgen