Tengo una noticia buena y una mala. La buena es que con los infames pronósticos que se cernían sobre València y, por extensión, sobre las fallas, la primera parte del día fue apacible, y hasta soleada. Lo que, en un contexto de violencia meteorológica, no es lo más adecuado porque lo normal es encontrarte con alguna sorpresa desagradable. 

Dicho y hecho, lo que parecía iba a ser una Ofrenda eufórica fue deteriorándose conforme iban acabando los primeros sectores, convirtiéndose en una jornada ventosa, fría, desapacible y con lluvia tenue durante una parte del mismo; y otra, mucho más llevadera durante otra parte de la misma. Que comparado con las previsiones de diluvio, sigue siendo un mal menor. Desgraciadamente, la falla suele pasar siempre a segundo plano y queda el alivio de haber podido desfilar y que si pasa algo durante la jornada de San José -que se mojen y se deterioren-, preocupa menos porque los miles de desfilantes tenían un recorrido de alto riesgo. A la espera de que la Fallera Mayor Carmen Martín y su corte cerraran el acto completando uno de los días más grandes de sus vidas.

Una madre que porta a su hijo en brazos se emociona al ver a la virgen. German Caballero

Desfilantes que, por cierto, habrá que esperar a conocer si se da la cifra porque, por segundo año, la Policía Local no registra los datos al minuto. Siempre es una cifra aproximada, pero muy indicativa de por donde se mueve la sociedad fallera. Será un éxito que una Ofrenda tan llena de incertidumbres alcance los 70.000 participantes. 

La solidaridad con Ucrania se reflejó en el amarillo y el azul de las canastillas y ramos que portaron numerosas comisiones. En especial, llamó la atención el alegato de Pintor Segrelles en favor de la paz.

Lo mejor que puede pasar es que el gran festejo ha terminado y que con él están acabando también unas Fallas que han sido muy buenas en lo emocional por lo que han supuesto de reencuentro pero que necesitan un reseteo definitivo de cara a 2023, siempre que cepas víricas y guerras lo permitan. Guerras reflejadas en mensajes de solidaridad con Ucrania, destacando especialmente la canastilla amarilla y azul de Pintor Segrelles. Ayer lo importante era celebrar la Ofrenda sin sobresaltos. O con los menos posibles y confiar que todo discurra mejor en el futuro. 

Panorámica de la plaza de la Virgen durante el acto de la ofrenda. F. Bustamante/ G. Caballero/ JM López

Y así fueron desfilando las comisiones en el llamado «día largo». Nuevamente, con sus miles de historias escondidas. Y mientras, el Fénix seguía llenándose de flor multicolor y la imagen iba cubriéndose poco a poco o muy poco a poco. Se nota que han desfilado pocas personas. Y que falleras y falleros iban viviendo sus particulares historias con una mirada en la imagen y con otra en los cielos. Acaba para muchas falleras su triplete de reinado con doble ofrenda -que también se ha hecho largo- y para otras finaliza un ejercicio de un único año con pocas opciones para quitarse la mascarilla, como ayer. 

Debe volver a su camino

La celebración de la Ofrenda en condiciones más normales también ha puesto en evidencia que el recorrido por la calle Quart, no siendo malo, es muy..., demasiado complicado. Y suerte que la ciudad no estaba tan llena como en otras ocasiones, pero la línea recta del recorrido parte el espinazo de la ciudad y el trasiego de personas era muy difícil de controlar. También ha sido una suerte que no haya desfilado la cantidad de falleros que sería lo habitual.  

Lo mismo sucedió con las fallas que desalojaban por la calle del Micalet, donde no había forma humana de salir ante la acumulación de un público que, realmente, poco podía ver desde donde estaba, pero que estaba.  

Lo mejor que le puede pasar al festejo, ya que tiene que seguir celebrándose por el centro de la ciudad, es que vuelva a los trazados habituales, que son los más controlables. Una normalidad que debería alcanzar la fiesta cuando vuelva la normalidad y acaben las obras.

"Lo mejor para resurgir era el Ave Fénix"

La representación del Ave Fénix es un significado más claro de entre los mantos que se han confeccionado a lo largo de la historia en la imagen de la Virgen. «Consideramos que, después de la pandemia, era lo mejor para resurgir de las cenizas». Pero con un toque diferente: «unas alas de colores llamativos y alegres, porque el resurgir debe ser alegre. Tuvimos muchas ideas pero ninguna nos cuadraba tanto como ésta». Así lo explicaba Rafa Chordá, uno de los responsables de los Vestidores. «Es una figura ancha, en forma de ánfora, que también es una alegoría al origen romano de la ciudad». Otro detalle que queda en el manto es la base de la parte central:«son los ramos de las falleras mayores como representación principal de los falleros»