- Marina Gaspar Villuendas
- Falla Exposición-Micer Mascó
- 27 años
Hay que echar la vista atrás muchos años para encontrar un caso como el de Marina y Eva Gaspar Villuendas: dos hermanas que estarán en la Fonteta. No son el primer caso, pero es alta, altísimamente, inhabitual. La primera, en mayores y la segunda, en infantiles. «Mi casa es una locura. Dos falleras mayores primero y ahora dos preseleccionadas». Y si tiene mérito que dos hermanas superen la preselección, aún más lo tiene todo el previo: gestionar en casa un año con dos falleras mayores, cada una con necesidades diferentes y en una comisión de alta exigencia como es una de Especial. «Ha sido cuestión de ir organizándose e ir aprendiendo. Desde el desastre de la primera semana a ir acomodándonos con el paso de las semanas». Incluyendo la mecánica de autoabastecimiento consistente «ayudarnos una a otra a vestirnos. Pero la tercera persona, colaboradora absolutamente necesaria, siempre ha sido mi madre».
Ahora queda intentar rematar la faena. «En la preselección, verla salir a ella ya me hizo feliz. Ella no lo esperaba y sólo con ver su cara de felicidad ya hice la noche. Ahora, a disfrutarlo juntas. Es la mejor forma de acabar. Y a aprovechar la oportunidad, que es única en la vida».
Marina es arquitecta, con carrera y master habilitante ya terminados y a falta de entregar el trabajo final, dedicado a diseñar «una cooperativa de viviendas para personas mayores» y ahora ya está «ejerciendo de autónoma, sin trabajar para una empresa o un despacho aún». Poco a poco. «Estoy colegiada y estoy empezando a colaborar en lo que me va saliendo. Colaboraciones con los profesores...» haciendo camino con toda la vida por delante en una profesión también de alta exigencia.
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Lleva diez años en la falla Exposición. «De pequeña había sido fallera en La Parreta y cuando nos fuimos a vivir a L’Eliana, estuvimos en las Fallas del pueblo. Pero como siempre hemos estado en familia, y mis tíos y primos se fueron a vivir a la zona de la Alameda, aterrizamos un día en Exposición a hacer la Ofrenda y ahí nos quedamos».
Las Fallas y la Fonteta no son los únicos vínculos que unen a las dos hermanas. «Somos karatecas. Las dos. Yo llevo compitiendo desde los trece años en el club Kenkyo». Y además, «en Kumite, en combate. Mi hermana lo pudo empezar a una edad aún más temprana porque a mi, cuando empecé, no nos permitían pegarnos. Luego estuve interna en el CAR de Cheste. De hecho, ahora mismo sigo siendo atleta de élite». En sus vitrinas reconoce tener bastantes títulos «y platas y bronces a nivel nacional».
Lo que le viene ahora no es tan duro como un combate, pero la recompensa sería el «ippon» de su vida.
