Las de 2023 deben ser las fallas de la normalidad total. Las candidatas a ponerle voz y cara a la fiesta salieron ya ayer con esa cara descubierta y así deben seguir durante el año que les espera. Son las depositarias de un acta con algunos datos llamativos. Acabó el particular martirio de un proceso electoral que tiene mucho que depurar en todos los aspectos. Uno de ellos, el exceso de tensión, que acabó con una candidata electa descompuesta, con lo que es fácil imaginar lo que pasaría en la habitación del pánico, la de las no elegidas.
En el veredicto de mayores no están, ni de lejos, todas las «quinieladas». Casi habría que hablar de bastantes sorpresas. Entre los datos llamativos, que por primera vez hay una fallera que tiene que ayudarse de una prótesis de pierna (Laura Mengó, aunque nada lo hace ni imaginar) y que aparece la segunda casada «del todo» (Ana Arce) quien, además, con 33 años se encarama al top de edades. O una fallera separada de la presencia de su hermana (Ana Fernández) por quince años.
Para una buena parte de las elegidas, especialmente mayores, continúa un periplo que va a acabar siendo de más de cuatro años: la que más, la que menos, fue nombrada en su comisión en la primavera de 2019. Entre fallas de pandemia, de septiembre y «tripitición» (término acuñado para rematar durante 2022) ahora les espera un nuevo año de fines de semana ocupados. Con lo que regresarán a su normalidad en octubre de 2023. No se ve en ese sentido, ningún patrón de premiar o castigar. Han salido casi por proporción matemática.
A pesar de que haya nombres ilustres, también hubo escabechina entre las infantiles. Aquí, el dolor siempre es mayor, pero son las normas del juego. Que hay que revisar porque son demasiadas las que se van desilusionadas
Todo lo demás continúa según el guion preestablecido.
