Nicolás, que viste un blusón fallero y lleva una trompeta en la mano, dice que la fe es como la gravedad. No se ve, pero es magnética. Igual por eso Sergio Cabanes, ateo irredento y con estética rockera, se emociona cada año cuando viene a la ofrenda. "Yo no soy creyente, pero los valencianos esto lo llevamos dentro y siempre vengo porque me acuerdo de mis padres, de mis abuelos...", cuenta. Es un ateo pidiendo a la virgen.
Le pide salud, como todos. Y paz y tranquilidad. Pero cuando se le tira un poco de la lengua dice que también le ha pedido que le proteja y "que me aguante en este mundo moderno que está saliendo ahora y que está patas arriba". Que sea refugio en un planeta que no entiende y le da miedo, para este hombre con mostacho blanco, boina y cazadora vaquera.
Nicolás y Sergio son dos de las decenas de miles de personas que ayer desfilaron por la plaza de la Virgen para ver el manto floral de la patrona. El buen tiempo acompañó y la plaza estaba a reventar de fieles, visitantes, y turistas extranjeros (algunos rojos como cangrejos).
Entre la maraña de personas casi tan apiñadas como las flores del manto en algunos puntos hay quien saca el móvil para hacerse un selfie y hay quien mira las flores, cavila algo y deja alguna. María Teresa García, vecina del centro de Valencia, es de las segundas. Ella sí que es creyente y piensa que la virgen le ha concedido algo a veces. Otras no, como cuando le pidió que su marido "se pusiera bueno". Pero no la culpa porque "es porque no tenía que ser".
Damaris Fernández va con Nicolás, y los dos están sacándose una foto con San José en el día del padre. Fernández reivindica que "San José es el patrón de los carpinteros y sin él literalmente no existiría la fiesta, pero siempre nos olvidamos de él", cuenta. Aunque él es de Jaén, viene con ella todos los años a la ofrenda.
A veces no hay que pedir cosas concretas ni demasiado complicadas, porque en realidad no es lo importante. Damaris es más sencilla; "nosotros le damos las gracias por estar vivos, le pedimos que nos ayude a mantener a la familia unida y que las cosas nos sigan yendo bien, como hasta ahora", cuenta.
Expedición relámpago de los madrileños
Este domingo a las 7:15 de la mañana un tren de alta velocidad a reventar de gente salió de Chamartín. Aunque los vagones estaban llenos no había a penas maletas. "Me he venido por primera vez a las fallas y la ofrenda", cuenta José Luis Pérez, que lleva un pañuelo con la bandera de la Comunitat al cuello.
Como él, muchos madrileños han cogido un tren de alta velocidad a primera hora de la mañana con una mochila pequeña, y volverán a la capital en el ferrocarril que sale este domingo a las nueve de la noche. "Como ahora hay otras opciones más baratas y se viaja tan rápido he decidido venirme y pasar el día, y como yo un montón de personas porque el tren estaba petado", cuenta.
María y Antonia Lara son hermanas, también de la ciudad de València, y vienen todos los años por tradición a la ofrenda, como miles de vecinos de la ciudad. Ellas se encomiendan a la virgen y reclaman lo más común; "siempre le pedimos salud, porque teniendo eso no necesitamos ya nada más", explican.